*Desde hace más de dos siglos, con el inicio de las independencias, los países latinoamericanos han tratado de hacerse de una identidad que, a la fecha, ha sido imposible alcanzar.
Rodolfo Mendoza
La historia nos ha ensañado que nada es para siempre, que todo necesita un reacomodo y que a cada día los continentes, las naciones, los individuos van creándose nuevas características que los vuelven otros. Ningún país actual es el mismo que hace mil o quinientos años. Ni geográficamente, ni culturalmente, mucho menos políticamente. Cada país o cada conjunto de países se van transformando y van siendo lo que los hombres quieren que sean. Así, era impensable, por ejemplo, que un conjunto de naciones tan, en apariencia bien estructurado, como la URSS sea ahora parte de nuestro pasado inmediato, cuando apenas hace cincuenta años era una potencia mundial. Actualmente, cuando los países asiáticos van fundando el futuro, es posible que dentro de cincuenta años, sea una potencia que se identifique como un solo pueblo. Taiwan, Korea, China, podrían ser un conjunto de países que conformen un bloque político, social y, ante todo, económico.
Latinoamérica es caso aparte. Desde hace más de dos siglos, con el inicio de las independencias, los países latinoamericanos han tratado de hacerse de una identidad que, a la fecha, ha sido imposible alcanzar. José Martí, Rodó, Bolívar y tantos otros buscaron una unidad latinoamericana que, hasta hoy, no ha llegado.
Europa, por su parte, poco ha poco se ha ido conglomerando en un grupo de países que tienen varias cosas en común, y no nos referimos sólo a su moneda, sino a esa coincidencia, a ese paralelismo que tienen varios países. No por nada hace apenas un siglo, el imperio Austrohúngaro se articulaba por varios países europeos. Europa es la cuna de la cultura occidental, es, también, la madre de muchas culturas, modelos políticos, y ejemplos económicos. Sin embargo, la nueva Europa es otra cosa, como nos lo dicen Yuri Andrujovich y Andrzej Stasiuk en el libro Mi Europa; volumen publicado en la editorial española El Acantilado.
Como el lector sabrá, Andrzej Stasiuk es uno de los escritores polacos más importantes. Acantilado ha publicado ya de él El mundo detrás de Dukla y Nueve, dos novelas (en el caso de la primera podría hablarse de un libro de cuentos interconectados) que han sido éxito de ventas no sólo en Polonia, sino en varios países de Europa como Francia y Alemania. Por su parte Yuri Andrujovich es de los ucranianos más importantes de las últimas décadas.
Pues bien, Mi Europa de Andrujovich y Stasiuk es un libro en el que dos jóvenes “periféricos” hablan de lo que es y ha sido el continente europeo para ellos y para sus naciones. Esta visión contigua de Europa nos enseña, a nosotros latinoamericanos, que un continente que vemos a la distancia, para los países de Europa del Este es o un ejemplo a seguir o una muralla.
La importancia de este repaso crítico a la historia es fundamental, pues nos permite volver la mirada y darnos cuenta de la gran influencia de casi todos los países europeos en el resto del mundo.