Auri, renovar la talavera

*El artesano originario de la tierra caliente, se bebió a sorbos el arte y la cultura poblana; con la sensibilidad a flor de piel creó bolsas con un diseño irrepetible que brota de la imaginación y el sentimiento

Guadalupe Bravo

Puebla, Pue.- La pintura, la poesía y la familia son los pilares de vida de Auriciano Salvador Morales, quien gracias a su trabajo artesanal y redes sociales es conocido como Auri.

El artesano indígena de 30 años y padre de una niña de cinco es oriundo de San Agustín Oapan, Guerrero, un pequeño poblado, de menos tres mil habitantes, donde también es originaria su esposa.

Ahí, entre el arte, el barro y los alacranes, que abundan por la maleza, creció junto con sus hermanos. Su infancia estuvo acompañada por los colibríes, también conocidos como picaflores, un acto que hacen las majestuosas aves para que las rosas florezcan.

Esa fue la explicación que su mamá le compartió cuando era niño y por esa razón, y en memoria de su madre, pinta a esta especie colorida, pero no traza rosas en sus obras, pues ese es el único diseño que guarda en complicidad con su mamá.

Ahora, sentado en una banca de la Catedral de Puebla recuerda vívidamente como a los 7 años sus papás hablaron con él y sus hermanos, para enseñarles el fino arte de la pintura en barro y de cuidarse entre ellos y a su hermano con Síndrome de Down.

Los padres de Auri les heredaron el amor y el talento para la pintura. Su padre aún plasma a mano alzada los hermosos paisajes de Guerrero. Mientras que su mamá pintaba las más bellas palomitas que habitan en la naturaleza. A pesar de que hace cuatro años la madre de Auri falleció, a consecuencia de la diabetes, su arte aún se conserva en los cuadros que cuelgan en su hogar.

La escasez de trabajo, la violencia y la migración de los guerrerenses hacia Estados Unidos, hicieron que la familia de Auri también se fuera a Cuernavaca, Morelos. Con una amplia sonrisa y la mirada solloza, el joven artesano recuerda ese momento de su vida. Pues a pesar de que padeció carencias, calificó su estancia como una de las etapas más fructíferas de su vida y trayectoria.

A pesar de que Cuernavaca es un lugar especial, desde hace 14 años se enamoró de Puebla y su talavera. Tal como lo hizo con su esposa. Cuenta que en su pueblo para cortejar a una mujer hay que admirarla de lejitos, pues si los vecinos ven a la pareja demasiado cerca, será momento para emparejarlos hasta el altar de la iglesia. Así, de a sorbos, probó de a poco la entidad camotera. Primero, empezó vendiendo en Los Sapos, El Carolino y luego en pequeños tianguis de la ciudad. Al ver que los poblanos, el clima y los volcanes cobijaban su talento decidió quedarse.

Inicialmente, las ollas, soles y vasijas de barro eran el lienzo perfecto para echar a volar su imaginación, sus sentimientos y anhelos. Luego, se dio cuenta que a las personas, poco o nada les interesaba el barro y optó por artículos más prácticos donde pudiera plasmar su arte, tales como cajas y caminos de mesa.

Las bolsas y los sombreros se convirtieron en sus aliados. Pintar a mano cada uno de ellos le lleva de 40 minutos hasta una hora y media, tiempo que aprovecha para dejarse llevar entre la música de Los Temerarios, Los Acosta o algún otro cantante de música romántica que le recuerda a su papá, quien los abandonó hace 14 años.

Tras el fallecimiento de su mamá, además de la pintura, la poesía también se convirtió en su refugio. Auri asegura que las palabras son poderosas y que aunque está orgulloso de dominar el náhuatl, su lengua materna, usó un diccionario para conocer el significado de las palabras en español para aprender a leer y escribir poesía.

A través de la poesía pudo plasmar sus emociones, sentimientos y dolencias en un cuaderno que atesora y que espera que algún día un compositor descubra y convierta cada hoja en una melodía que pueda escuchar su hija para sentirse orgullosa de su padre. Y no es que no lo esté, la pequeña admira el trabajo de Auri y con la exposición que logró gracias a un vídeo en TikTok, la niña asegura que su papá es famoso y hasta le pide un autógrafo cada que llega a su casa.

Aunque está agradecido porque ahora más personas reconocen y valoran su trabajo, en Puebla vivió la pandemia de Covid-19, el momento más difícil para su economía. Pues las personas se resguardaron en su casa por miedo al contagio, sin darle la oportunidad de ofrecer su arte en bolsas y sombreros que tienen en sus diseños un sentimiento, un recuerdo y varios sueños para el futuro.

Cada bolsa tiene un diseño diferente e irrepetible que brota de la imaginación y el sentimiento de Auri, por lo que en muchas ocasiones le entristece que la gente le regateé por su trabajo, aunque reconoce que la práctica viene con el coqueteo de la compra-venta.

Auriciano comenta que la mayor parte de su vida no le agradó el nombre que le brindaron sus padres luego de nacer en agosto, mes que se convirtió en inspiración para nombrarlo. Sin embargo, con el reconocimiento de los poblanos y turistas que lo conocieron gracias a las redes sociales, abrazó el nombre de Auri, que ahora viene firmado en cada bolsa, pues ya se reconoce como un artesano capaz de hacer vibrar los corazones de quienes visten o portan sus obras.

Espera que dicho reconocimiento no sea fugaz y quienes lo conozcan se tomen el tiempo de valorar y pagar adecuadamente su trabajo, pues es el sustento de su familia. También, le gustaría llegar a más fronteras y que no solo las personas que transitan por la Antigua Churrería la Catedral en Puebla conozcan su arte, sino también los diseños inspirados en la talavera que ostenta sus colores favoritos: el azul y blanco.

 

 

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