*La mejor época para recorrer el Pueblo Mágico se avecina: la primavera, cuando las flores silvestres y de ornato le dan significado a uno de los nombres con los que se conoce a Tlatlauquitepec: el jardín de la sierra poblana
Nayra Rivera
Tlatlauquitepec, Pue.- El aire gélido de la sierra nororiental poblana provoca el vaivén de las nubes, velos de niebla que danzan sobre Tlatlauquitepec, un poblado ubicado a más de dos mil metros sobre el nivel del mar que parece estar suspendido entre el cielo y la tierra.
A cuatro horas de la Ciudad de México y a dos de Puebla capital, se encuentra este Pueblo Mágico. Los primeros asentamientos humanos ocurrieron antes de la expansión del Imperio Azteca, por lo que recorrer sus calles es andar caminos que nuestros ancestros cimentaron mucho antes de la colonia española.
El arraigo de sus pobladores se refleja en la gastronomía: en las calles céntricas se ofrecen platillos cuya base es el maíz, como el tlayoyo de alberjón o papa, tamales, esquites y el atole. Sin embargo, basta echar un vistazo a algunos de los restaurantes de la zona para hallar menús estacionales elaborados bajo el concepto sierreño, con platillos que harán que el paladar roce el cielo. También hay panaderías con recetas únicas que ofrecen un rico postre.
Un recorrido dominical tranquilo recomendado incluye el ex Convento de Santa María de la Asunción y el Santuario del Señor de Huaxtla, así como los cultivos de orquídeas de la zona y los tianguis.
Desde la Plaza de Armas, con un cielo despejado, se observa el majestuoso Cerro Cabezón, un gigante color arcilla que brilla al atardecer. Si observas con calma, verás a aves de gran tamaño rodearlo para luego entrar en caída libre al bosque.
El guardián dormido de Tlatlauquitepec aloja algunos de los mejores atractivos de la zona: el gran Puente Colgante Tibetano, con 200 metros de longitud y al menos 60 de altura, tiene una de las mejores vistas a la ciudad, reservada para los valientes que no temen a sus estrechos peldaños movedizos.
Para los amantes de la espeleología, el cerro abre sus fauces en tres puntos distintos: la cueva del Tigre, la cueva Yecanzoltepec y la cueva de Olinteutli. Llegar a ellas requiere de una caminata larga y zapatos especiales para no caer en el camino.
La joya de la zona se oculta entre helechos gigantes y oyameles: la cascada de Puxtla, una caída de agua de más de 70 metros de altura, es una de las más altas del estado de Puebla. Detrás de la cortina de agua helada hay una cueva a la que puedes llegar si cruzas el río. Allí, el sonido de la cascada se magnifica.
Para llegar, se puede conducir hasta la comunidad de Tepantzol, ubicada a siete kilómetros del centro de Tlatlauquitepec, y luego descender unos 30 minutos por un sendero rústico.
Otro de los cuerpos de agua más impresionantes de la zona es la presa de La Soledad, un embalse rodeado de montañas y bosques neblinosos, lo que lo convierte en un punto perfecto para conectar con la serenidad del agua.
Su ambiente tranquilo la convierte durante el día en un destino ideal para paseos en lancha y pesca. Los recorridos hechos por lugareños incluyen la visita a otras tres cascadas de la zona y a las islas en medio de la presa.
De noche, escondidas entre la vegetación, se pueden observar miles de luciérnagas que con su bioluminiscencia llenan de misticismo el lugar. Llegar a este punto te tomará una hora tras recorrer 24 kilómetros desde el centro del Pueblo Mágico con rumbo al poblado de Mazatepec.