*La receta original es conservada por la descendencia de Teresita, quien creó un espacio en la capital poblana visitado por cientos y considerado un emblema de la gastronomía
Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- Las mañanas las filas de personas esperando que les despachen su tamal son la estampa de cada día; por las tardes los comensales disfrutan las tortas de guisados que no encontrarán en otro sitio de la ciudad de Puebla.
Doña Teresita empezó a vender tamales hace más de 50 años en la esquina de la Iglesia de la Soledad, un negocio que con el paso del tiempo lo trasladó a la contraesquina del templo y lo convirtió en un sitio emblemático de la gastronomía poblana.
Los nietos de Teresita y sus hijos trabajan a diario a marchas forzadas: unos preparan los guisados, otros las tortas y unos más los tamales. El olor de los guisos se distingue a metros del local.
Su nieta Yannett Sánchez recuerda que con su abuelita, originaria de Orizaba, Veracruz y su abuelo de Apizaco, Tlaxcala, aprendió en un trabajo a hacer tamales y aprovechó su nueva habilidad para empezar a venderlos.
Desde los tradicionales de dulce, mole, rajas y salsa verde hasta nuevas combinaciones como chocolate, limón y frambuesa son parte de la carta que ofrecen cada año, tamales de tres generaciones.
“La receta sigue siendo la original, lo que ellos le ponían, le seguimos poniendo nosotros”, dice Yannett, orgullosa del legado de su abuela.
Cuando Teresita se pasó al local, no sólo ofreció su sazón en los tamales, inició con desayunos hasta que incorporó a su carta las tortas de guisados que no se vendían en las torterías, como el pipián verde, papas al horno y de bacalao o chipotle relleno que están todo el año, disponibles para quienes entran a este comercio.
El local de tortas y tamales Teresita se distingue por el color verde en su fachada y el logo que remarca la fecha en la que nació el negocio en 1975. Era una mujer con un carácter enérgico, pero bondadosa y amorosa, recuerda su nieta al contar que cuando veía a alguien no tenía para pagar, le regalaba los tamales porque decía que “un tamal no se le niega a nadie”.
En el negocio de Teresita crecieron sus hijos y también sus nietos, quienes esperan que las nuevas generaciones conserven su legado, pues aunque ella ya no está, el local es el punto de encuentro de la familia de otros estados que visitan Puebla.