Aníbal Santiago
Al puente cubierto del pueblo de Felton lo traspasa la brisa silenciosa de California y el arrumaco discreto del viento contra las hojas de saucos, álamos, nísperos. Otro sonido del puente es una leve queja: los tablones de madera emiten un crujido al sentir la suela de los curiosos que vienen a observar la extraña estructura techada -formada por cerca de 700 vigas, travesaños y paneles- que atraviesan con sus pies. En este bosque casi no se escucha nada más.
Muy distinto era en 1892, cuando se construyó sobre el río San Lorenzo. Era un estruendo de gente yendo y viniendo. Felton y sus comunidades vecinas, como Brackney y Olympia, requerían trasladar manzanas y uvas que se producían en la región, y sobre todo troncos de secuoyas, pinos Douglas y robles blancos recién talados con los que la población construía embarcaciones, casas, oficinas, comercios. Los pioneros estadounidenses habían elevado medio siglo atrás edificaciones precarias que debían mejorar, y para la descendencia de esos cowboys del Viejo Oeste la agitada y helada agua del río era un problema.
La creación del llamado Felton Covered Bridge fue la simple y genial solución de la empresa Cotton Bross. Hace 133 años empezaron a cruzarlo matrimonios, niños y mascotas, carruajes tirados por caballos, carretas de bueyes, además jinetes que surcaban el sur de Estados Unidos con sus leales, musculosos y resistentes jamelgos criollos. Podemos imaginar el barullo: relinchos, mugidos, ladridos, además del escándalo de gritones leñadores con abrigos de lana y los diálogos alegres de mujeres de corsé ajustado y amplias faldas de encajes. Aunque no lo supieran, a todos ellos los protegía el Brown Truss Structural System, un prodigio de la ingeniería que, sobre sus cabezas, consistía en un marco triangular de barras de acero y madera que distribuía con eficiencia el monumental peso animal que era cosa cotidiana.
Hoy el puente ahí sigue, bien preservado por ser “historic landmark”. Al avanzar por su suelo percibirás el eco ahuecado del pasadizo, y a tus lados surgirán ventanas de madera que dejan ver los árboles del condado de Santa Cruz y las flores de este territorio costero que hasta 1848, con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, fue una parte de México habitada por la tribu Costanoan. Qué belleza geográfica perdimos para siempre, snif, y a cambio de 15 miserables millones de dólares.
Si te detienes en la entrada del puente de 24 metros de largo y 10 de altura (es el puente cubierto más alto de Estados Unidos) y levantas la cabeza para admirar su geométrica perfección, sí o sí te preguntarás: ¿para qué diantres sirve techar un puente?
- A) Un puente cubierto soporta mucho peso (un buey puede superar las dos toneladas) B) El techo protege el interior de la lluvia que pudre la madera. C) La estructura cubierta se volvía refugio de viajeros, habituales en una época donde las familias emprendían travesías para fundar enclaves humanos. D) Y lo esencial: en la noche profunda podía ser un cómodo y cálido lecho para húmedos y apasionados encuentros.
Y tú además serás favorecido con algo fantástico. Cuando apenas ingreses, de pie en la boca del antiguo puente, alza los ojos y mira hacia el fondo: dentro del marco que forma la madera verás el inicio de un bosque de gigantes, las secuoyas, árboles con hasta 1500 años de vida y 115 metros de altura. Una pintura real, deliciosa y perturbadora al alcance de tu vista aunque no seas un rudo leñador californiano ni una dama con sombrero victoriano de alas amplias, cintas, plumas y flores.
Alrededor tuyo, madera y silencio.