Textos recobrados de Jorge Luis Borges

* Borges es infinito, fue el precursor de todos y todavía no le leemos descendencia.

Rodolfo Mendoza

“Soy un mero hombre de letras, nada más. No estoy seguro de haber pensado nada en mi vida. Soy un tejedor de sueños”, con estas palabras Jorge Luis Borges viajaba hacia Ginebra en 1985, lugar en el que moriría varios meses después ya en 1986.

Nunca sobra nada de lo que se diga sobre el argentino. Siempre hay una línea, una frase, un adjetivo que nos redondea su figura. Un hombre de letras, por supuesto, pero más bien un hombre nacido para las letras. Su obra como poeta, ensayista y narrador ha quedado fijada en los tomos de su Obra completa que la editorial Emecé ha puesto en circulación desde hace décadas.

La publicación de Textos recobrados, en tres tomos (1919-1929, 1931-1955 y 1956-1986) nos dio de cuerpo entero al autor de El Aleph. Se tratan, estos tres tomos, de todo lo que publicó Borges en periódicos, revistas, libros y folletos, y que él mismo no consideraba parte de su obra, digamos, formal. Sin embargo, el tiempo nos ha enseñado que casi todo lo que aquí está es, de viva voz, Jorge Luis Borges.

No está de más decir que “El editor” (quien sólo firma así su trabajo) de estos tres volúmenes es una persona absolutamente conocedora de la obra borgeana. No hay dato que no sepa, fecha que no cite, hallazgo que no deslumbre de todo lo anotado por él. Pocas veces se ha visto un trabajo de tal naturaleza. Es evidente que “El editor” está regido por un solo Dios: Borges. Parece, a ratos, que el mencionado editor no es otro más que el propio Borges.

Lo mejor de Textos recobrados es que podemos leer a un Borges más terrenal, más humano, más a ras de piso. Por supuesto que nunca se pudo separar de esa hondura de pensamiento y de lenguaje que lo acompañó todo el tiempo tanto escrita como verbalmente, ni falta que hacía que se separara; lo que es importante añadirle a estos libros es que hay un Borges que se deja llevar por el sentimiento, que nos habla de las emociones y se le siente la voz trémula. Nos habla de la inocencia de un sueño o del tormento de un hombre que despierta a media noche añorando el paraíso. Pero también hay un Borges que hace una vindicación de la poesía y nos demuestra su vastísima erudición.

No hicieron falta que pasaran varios siglos (como ocurrió con Shakespeare o Góngora) para que se le reconociera a Borges su calidad de clásico. Inmediatamente leímos su Fervor de Buenos Aires o sus Ficciones, supimos que estábamos ante una de las cumbres de la literatura.

¿Joyce, Kafka, Musil, Rulfo? Todos son deudores de Borges, aunque muchos ni siquiera lo leyeran. Borges es infinito, fue el precursor de todos y todavía no le leemos descendencia.

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