El aporte de la dominicas

*Desde uno de sus monasterios, Sor María del Cristo Santos Morales cuenta una serie de anécdotas que nos remiten a los platillos y costumbres que han marcado a la cultura poblana

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Sor María del Cristo Santos Morales es una monja de la orden de las dominicas, quienes hace décadas fueron sacadas de su convento de Santa Catarina, uno de los más ricos en la Nueva España, por las Leyes de Reforma.

Ahora, las herederas de su cultura, tradiciones y anécdotas se resguardan dentro de las paredes de una casona del Barrio de Analco de la ciudad de Puebla, donde se instaló su monasterio.

La calle donde se encuentra el inmueble es empedrada, un lugar colorido, con paredes en color crema y detalles rojos en las ventanas. Árboles que todavía no crecen lo suficiente, pero que brindan un poco de sombra cuando se necesita.

Ella es de Veracruz y recuerda que tuvo que empaparse de la gastronomía poblana: dejó los camarones y tortugas por el chileatole y Chiles en Nogada.  Así poco a poco al interior del monasterio descubrió cómo iban llegando al sabor, el sello de los platillos poblanos.

Cuando entró en 1971 había cuatro monjas legas en el convento, quienes tenían vocación religiosa, pero carecían de recursos suficientes para una dote, la cual era de casi 6 millones de pesos, por eso sólo ingresaban las de mayor abolengo.

Entraban a los monasterios con lo que pudieran, pero sólo se dedicaban a la cocina.  Para Sor María del Cristo, estas monjas legas fueron las “creadoras de la gastronomía poblana”.

Desde aquí, la religiosa y académica, quien ha participado en mesas multidisciplinarias sobre los ingredientes y cómo se deben de preparar, cuenta una serie de anécdotas y datos que nos muestran un pedacito de historia.

Por ejemplo, relata que a los Chiles en Nogada le echan plátano macho a la mezcla de la fruta, lo que no replican los restauranteros, pero que las religiosas usan como un toque para su preparación. Y el primer requisito es usar ingredientes de la región y ya cada quién le pondrá su sazón.

Relata que la anécdota de que el Chile en Nogada nació como una atención de religiosas a Agustín de Iturbide no es una certeza, pero hay elementos que podrían darle veracidad, pues ese tipo de comidas sólo las hacían a las personas que tenían que cuidar sus alimentos y evitar que los envenenaran.

Sor María dice que muchas empleadas entraron a conventos y monasterios para aprender a cocinar y empaparse de la sazón y quienes las contrataban confiaban en la educación religiosa con las que eran formadas. Incluso quiénes temían por ser envenenados, recurrían a este tipo de personas para que se hicieran cargo de su comida.

Emocionada cuenta que una de las monjas mayores que fue expulsada del convento en los años 30, le confió que una empleada del expresidente Plutarco Elías Calles entró al monasterio a estudiar la cocina, para que tengan tranquilidad de que no les va a pasar nada con los alimentos que preparan.

De esta forma, con personas formadas en los conventos en las cocinas de hacendados y señores con dinero, las recetas religiosas comenzaron a popularizarse.

Otro camino fue la educación que le dieron a generaciones de hijas y sobrinas en monasterios, quienes luego de salir se casaban, ya que no tenían acceso a otro tipo de educación, por lo que de ahí la gastronomía pasó a los hogares poblanos.

Además del intercambio de manjares de las religiosas a sus amistades como una muestra de afecto a otros religiosos.

 

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