Maestro del Arte Sartorial

*Desde 1973, en pleno corazón del alfarero Barrio de la Luz de la ciudad de Puebla, el sastre Ricardo González se convirtió en un artesano de la aguja, hilo y el dedal, con creaciones sensoriales y tangibles; un referente durante décadas

Jazmín Cárdenas

Puebla, Pue.- En los muros repletos con fotografías, reconocimientos, diplomas y pergaminos, de un negocio ubicado en pleno corazón del Barrio de la Luz, se describe solo un poco de la trayectoria de este hombre.

El arte sartorial se encuentra en las manos de Ricardo González Rojas, un maestro con más de 50 años de experiencia.
En tierra de alfareros, se convirtió en un artesano de la materia textil. La calidad de la lana y el mundo de las telas convierte su trabajo en una experiencia tangible y sensorial exquisita.
La habilidad para manejar las telas es un arte sartorial que se representa con la aguja, el hilo y el dedal. Y lo que le da un buen acabado a la costura es que las dos partes se complementan, como lo es la técnica del corte con la mano de obra, dando como resultado un traje de calidad.

Antes de llegar a “Sastre Ricardo Cortador”, sobre la avenida Juan de Palafox y Mendoza,  desfilan cazuelas, alcancías y diversos objetos hechos de barro. Y luego el local marcado con el número 1406 del Barrio de la Luz, donde también surgen obras de arte.

Un hombre con sonrisa sincera y que devotamente ha dedicado toda su vida al mundo de las telas y agujas, una pasión que llegó a su vida a los nueve años

“Empecé desde niño, no salía de la primaria cuando ya me gustaba la sastrería, porque mi papá tenía una tintorería y planchaduria.. Yo tenía unos muñequitos de plástico que existían hace más de 50 años y entonces les hacía su ropita, me encantaba coserles”.

Ante la prematura muerte de su padre, tuvo que dejar la escuela y trabajar con uno de sus hermanos en una sastrería ubicada en la 2 Oriente en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.

Sus ganas por seguir aprendiendo lo llevaron a buscar otro empleo; su hermano no le quiso compartir sus conocimientos para poder confeccionar un saco en la parte de las mangas y el cuello, la parte más difícil.

Probó suerte en un taller mecánico, pero desertó pues la suciedad no era lo suyo, solo un día tardó. Después, intentó con una carrera técnica de contador privado donde se terminó de convencer del amor que tenía por la sastrería y conoció a su esposa, quien lo impulsó a poner su propio negocio.

Con el maestro sastre José Hernández, en 1965 se convirtió en oficial saquero y se empapaba cada vez más del mundo del casimir. En el 65 el auge por los trajes de caballero comenzó a tomar impulso y cada vez aparecían más maestros sastres.

“No había tantas tiendas como hoy departamentales, donde encuentro un traje en casi todas, en ese entonces los maestros eran muy estrictos, muy exactos, y esto me llevó aprender más cortes”

En su barrio, encontró un edificio, firmó contrato y comenzó a trabajar el 2 de noviembre de 1973. Con casi 51 años la sastrería ha perdurado por la experiencia del maestro sastre Ricardo González.

“Me siento muy bien, muy contento en el barrio, alguien me decía, oiga, pero pues con tanta experiencia que tiene, tantos reconocimientos, usted ya debería de estar en otro lugar, y pues no señor, aquí me gusta, soy de acá, yo aquí nací en el barrio”, dice con alegría.

Pronto sus grandes habilidades le valieron una amplia gama de clientes, así como el respeto de sus pares e incluso en 1985 fue presidente de la Asociación de Sastres de Puebla. Y tres años después se desempeñó como presidente de la Federación Mexicana de Sastres.

“Me gustó porque los objetivos iban muy ligados a mi forma de pensar, con el vestir de la sastrería, con el buen vestir del caballero”, afirma.

Se convirtió en uno de los grandes maestros sastres en América Latina al ser presidente de la Confederación Panamericana de Profesionales de Alta Costura. González Rojas, conoció colegas en todo el mundo en México.

“La sastrería nunca va a desaparecer, porque siempre definitivamente habrá quien tenga el gusto, quien tenga la forma de vestir elegante y a su medida, cosa que no va a encontrar en las tiendas”.

Como un arquitecto que va procurando cada parte de su obra, el maestro se refleja y cuando termina de pegar el último botón de un saco, le llega la tranquilidad, una satisfacción porque cada prenda lleva algo suyo.

“Nosotros tenemos que hacer la prenda a modo de lo que el cliente nos solicite y darle el gusto en todo, un traje es para vestir elegante, para representarse a sí mismo y ante la sociedad”

La sastrería –presume- perdura en quienes aún tienen el gusto de escoger un buen casimir para mandar hacer un traje hecho a la medida. Incluso, evoca su slogan “El gusto de un buen casimir en un traje hecho a la medida”.

 

 

 

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