La gótica iglesia poblana

*El diseño de los arcos con armado en base a formas de paraboloides hiperbólicos con técnica de cascarón de concreto muestran una imagen de juegos geométricos que sorprenden; la parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Guadalupe Bravo

Puebla, Pue.- Al entrar, la percepción de profundidad desaparece. El templo es monumental, no solo porque se concibió como tal en el siglo XVII, sino por su exquisita arquitectura de estilo gótico con bóvedas de crucería.

Ligereza estructural e inusitado colorido, gracias a los vitrales que le dan vitalidad y que son un toque de felicidad. Un detalle poco convencional en las iglesias de estilo barroco que inundan el Centro Histórico de Puebla.

“Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”, se lee con fervor a la entrada de la parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. La frase escrita en piedra es la bienvenida a la casa de Dios.

La parroquia no solo impone, también transmite una sensación de paz y armonía que recorre el cuerpo, pues es posible oler la madera recién encerada de las bancas y la parafina que se desprende de los cirios que rodean la imagen de nuestro Sagrado Corazón de Jesús.

A diferencia de otras iglesias, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa no posee figuras de los santos, tan solo tiene algunos retablos litúrgicos de los pasajes de la Biblia.

Contrario a otros espacios, el silencio no abruma, reconforta. El templo se convierte en el espacio perfecto para rezar, pensar y encontrar la claridad que se vuelve opaca ante los problemas.

Arco tras arco, con un juego de figuras geométricas y a través de un largo pasillo de mármol gris, al centro de la parroquia, una enorme imagen de la Virgen María con un halo de luz dibujado con diversas escalas de iluminación.

La pintura da la apariencia de brillar por sí misma. Y así lo hace, en cada católico poblano que entra buscando respuestas, rogando que sus súplicas sean escuchadas y mostrando agradecimiento por lo recibido a través de sus plegarias.

Y es que la historia de la parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa está erigida en un milagro. Cuando un niño encontró una medalla de plata con la imagen de la Virgen María en 1655 y se la entregó a un fraile franciscano, quien comprendió el mensaje y emprendió la el proyecto de la iglesia, aunque no se colocó la primera piedra sino hasta 1960, casi tres siglos después.

A pesar de los esfuerzos y de la creencia de que la fe católica mueve montañas, fue hasta 1974 que el arzobispo Octaviano Márquez Ortiz oficializó la iglesia y se construyó el templo que ha visto a varias generaciones de estudiantes graduarse y ha sido testigo de la unión de parejas.

Algunas parejas de novios entran sin tomarse de las manos ya que existe una vieja creencia que dicta que si una pareja ingresa a la casa de Dios de la mano, no se casarán. Ante el temor de no vestir de blanco y no recibir la bendición del padre en matrimonio, los novios entran por separado a la que próximamente será la diócesis de su boda.

Para Leonardo, el templo tiene un gran significado. Ahí se celebró su graduación de primaria y aunque recuerda vagamente el suceso, tiene una fotografía acompañado de su padre, que sirve como fiel declarante. Ahora, está preparando su boda en el mismo lugar.

Aunque los fieles que visitan la parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa son, mayormente, personas de la tercera edad, acostumbradas a ir a misa todos los domingos a rezar en conjunto y a pedir por sus familias, existen algunas excepciones.

Entre las bancas del templo es inevitable dejar pasar la presencia de jóvenes, niños y hasta “lomitos” que acompañan a sus dueños al final de la fila. La parroquia se ha convertido, a través de los años, en un lugar seguro, en el hogar de la fe y la esperanza y desde sus inicios, en una maravilla arquitectónica para el ojo humano.

 

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