Aníbal Santiago
Querétaro, Qro.- Arrojemos al aire una asociación sin sentido, unamos dos elementos del planeta Tierra que no tengan absolutamente nada que ver. Podríamos decir: una estufa con una mochila, o una impresora con una abeja. Pues ahí les va una mancuerna igual o más absurda: los Beatles con las nieves de sabor. ¿Qué tienen que ver la mejor banda de la historia con el dulce congelado, sabroso y mexicano?
Caminas en el silencioso y antiguo Andador 5 de Mayo de Querétaro. De pronto, cuando menos lo esperas, una puertita enigmática irradia una luz amarilla, casi un estallido solar en medio de la oscuridad de esta calle de rocas negras. La Nevería Galy te hace un llamado: “entra, ahora mismo”. Obedeces.
Al pasar a la sala luminosa con espejos adornados con molduras (iguales a los que Mauricio Garcés usaba para deleitarse con su reflejo) descubrirás que aquí hay nieves gloriosas pero que también estás dentro de un cónclave beatlemano de muros amarillos, como si ese yeso carcomido por la humedad estuviera cantando una de sus canciones más amarillas: Here Comes The Sun.
Si te acercas al mostrador, si volteas al aparador junto la entrada, si hurgas por la caja, saltarán a tus ojos tazas, Yellows Submarines a escala, posters, fotos, muñecos del Cuarteto Liverpool. Caminan en Abbey Road, cotorrean en una banca, tocan la guitarra; como fantasmas, en todos lados se aparecen John, George, Paul y Ringo rodeados, además, de cientos de juguetes (autitos, vacas, Pinochos) a quienes los dueños, Vicente Rangel y Catalina Galván, coleccionaron y acomodaron entre esos músicos. O sea, esta nevería es museo Beatle y también juguetería. “No se vende nada, pura exhibición”, me aclaró muy serio un empleado.
Por supuesto, la nevería también te seduce desde el paladar. Y por favor, no exijas mucha variedad de sabores. Aunque es cierto que el mantecado y la nieve de guayaba son riquísimos, un verde cartel anuncia lo más importante: “Tome la auténtica nieve de limón preparada con vino tinto”. Así como Archie tomaba su ice cream soda de helado de vainilla con Coca-Cola, aquí beberás el maridaje del vino tinto y la nieve de limón. Cuando te entreguen tu vasito, encajes la cucharita y la lleves a tus labios, tu boca experimentará una sinfonía ácida. Vino ácido y limón ácido, con las detonaciones del azúcar para que se mitigue el esfuerzo extremo de tu paladar. Notarás que naturalmente cerrarás los ojos para concentrarte en la fusión hipnótica del cítrico y el fermento alcohólico del mosto. Vino y limón derritiéndose juntos, amándose lascivamente frente a tu mirada en el suave lecho del agua congelada.
¿Cómo es que a alguien se le ocurrió aliar vino y nieve de limón?
Hace muchos años, cerca de 60, Vicente Rangel, un adolescente, atendía la mitológica Nevería Nikos de Querétaro. Cada tarde, una extraña viejecita llegaba al negocio con un vaso de vino tinto en la mano -comprado en la vecina Cantina La Ópera- y le pedía una nieve de limón de 40 centavos. Acto seguido, la mujer arrojaba suavemente el vino a la nieve. Por años la misma ceremonia, hasta que Vicente la preguntó por qué hacía eso. ¿La respuesta? Sorpresa: “me cura la disentería”. La nieve embriagada era medicina para la horrible enfermedad intestinal de la que (por respeto al lector) no daremos mayores detalles.
A Vicente nunca lo aquejó la disentería, pero sí la curiosidad. Hizo la misma mezcla y se la llevó a la boca. Delicia. Por eso, cuando el 9 de marzo de 1970 el joven se independizó y con su mujer fundó Nevería Galy, tenían la certeza de la combinación que los queretanos amarían eternamente: nieve -elaborada con raspadura y jugo de limón en garrafa de madera- y vino afrutado Cruz Blanca.
En el local, la pareja pegó frases resultantes de su experiencia de vida y que pueden sintetizarse como: para qué ser positivo si puedes ser negativo. Aquí algunas: “Nunca dé su firma por aval”, “Nunca haga negocios con parientes”, “No de fianzas de ninguna clase a nadie”, “No haga sociedades con nadie” y una aún más fuerte: “No permita que nadie explote su vanidad: siempre que lo adulen, desconfíe”. O sea, no digas a José y Jorge, hijos del matrimonio y herederos del negocio, que están exquisitas sus nieves. Desconfiarán de ti.
¿Y qué con sus amados Beatles? El mismo año en que Nevería Galy nació, 1970, la banda se separó para siempre. Triste, aunque el matrimonio perpetuó a los rockeros en todos los recovecos para que cada vez que entres y pidas tu nieve de limón con vino tinto, al menos en tu mente oigas: Little darlin’, it’s been a long, cold, lonely winter / Little darlin’, it feels like years since it’s been here.