El escenario mágico de Puebla 

*En las entrañas de la Casa de Cultura, se asoma un foro de usos múltiples, Sala Luis Cabrera, que en su origen estuvo destinado a los ensayos de la Compañía Estatal de Teatro; preserva la magia de las artes escénicas

Jaime López

Puebla, Pue.- Al interior del antiguo colegio de San Juan, 150 almas se reúnen para dar rienda suelta a sus emociones. El espacio todavía no está en penumbras y los murmullos conforman la estampa sonora del momento. Es como si un ejército de “vocecitas” estuviera ensayando para presentar un concierto de onomatopeyas.

De repente, se hace escuchar una expresión sumamente peculiar: “Esta es segunda llamada, segunda, segunda llamada… Favor de apagar sus celulares o mantenerlos en modo silencio”.

La audiencia acata de inmediato la instrucción que alguna persona desconocida acaba de emitir por un micrófono, como si fuera una divinidad incuestionable.

El silencio inunda la sala Luis Cabrera, lugar que, en algún momento de su historia, fungió como sede de la Compañía Estatal de Teatro, reabierto en 2009. Se localiza al interior de la ahora Casa de Cultura, inmueble asentado en la 5 Oriente número 5, cuya construcción data del siglo XVI en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.

La sala Luis Cabrera está detrás de las escaleras que conducen a la Biblioteca Palafoxiana y a unos pasos del Museo Taller Erasto Cortés (MUTEC).

En sus inicios, la idea era consolidarlo como el epicentro de las artes escénicas locales. Con los cambios de administración estatal, fue modificando su estatus y actualmente es un foro de usos múltiples.

En su pequeño lobby, un rectángulo de reducidas dimensiones, hay un busto en homenaje a Héctor Azar, dramaturgo originario de Atlixco, que es considerado uno de los más célebres representantes del arte escénico de Puebla.

El nombre de la sala obedece al periodista Luis Cabrera Lobato, nacido a finales del siglo XIX, el cual se destacó en la redacción de ensayos literarios y crónicas teatrales.

Cuando el espacio se ocupa para montajes escénicos, la magia se hace presente. Es como si el tiempo se detuviera para que el público tenga toda la libertad y paciencia de conectar con sus emociones.

A final de cuentas, el teatro sigue siendo la máxima expresión del arte vivo. Un fenómeno único e irrepetible. Y sí, adentrarse en él, luego de escuchar la “tercera llamada, tercera, tercera llamada”, no tiene comparación.

 

 

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