*En lo más alto de esta ciudad con estirpe indígena, se encuentra el Mirador Santa Anita, un sitio donde se libró, con dos viejos cañones, una lucha contra los franceses que buscaban venganza tras su derrota del 5 de Mayo
Carolina Miranda
Zacapoaxtla, Pue.- El rojizo de las tejas de las casas contrasta con el verde intenso de la naturaleza que las rodea; desde las alturas, una estampa pueblerina que parece perfecta desde Zacapoaxtla, una ciudad con raíces indígenas y estirpe de resistencia.
Pararse sobre el piso de piedra y asomarse desde el barandal es, inevitablemente, evocar aquellos dos viejos cañones, escoriados de lámina y fondo, que escupían fuego y hierro en contra de franceses que buscaban venganza.
Santa Anita o Los Asientos, se le conoce al mirador donde los zacapoaxtlas lucharon, por segunda ocasión, contra las tropas francesas que buscaban invadir México en aquel 1863.
El cielo despejado, con un azul tenue, deja ver las grandes montañas y los valles, mudos testigos de una nueva batalla que buscaba cobrar las afrentas del mítico 5 de Mayo, cuando –según los libros de historia- fue vencido el ejército más poderoso del mundo.
Aquí, a unos cuantos metros del corazón de la ciudad, se rememora una lucha ocurrida en septiembre de 1863, cuando los franceses avanzaron sobre Zacapoaxtla para vengar los agravios de la Ciudad de Puebla.
Es fácil, desde este punto, imaginar al General José María Maldonado encabezando la resistencia con tan sólo 300 hombres y divisar los dos viejos cañones, que por su misma edad, impedían hacer disparos continuos.
El parte de guerra señalaba que el Ejército francés, al mando del comandante Lalanne traía 800 suavos (regimientos de infantería), 500 caballos y 600 infantes auxiliares, una cifra mucho mayor a quienes defendían el sitio.
“Avanzaron estos a paso veloz como era su táctica de intimidación y no dejar reponer al enemigo del miedo que inspirada su presencia”, se describe aquella batalla. La imaginación recrea el momento.
Entonces uno se figura a los zacapoaxtlas rompiendo fuego desde lo alto de la montaña con las dos piezas de artillería alternativamente, con tan buen éxito y puntería que los tiros hicieron destrozos en las columnas francesas, obligándoles a detenerse y acampar en el cerro Apaxtepec.
Se ganó una batalla, se lee en el mirador que recuerda esa escena. La lucha armada se prolongó hasta 1867, año en que finalizó la intervención francesa. Una lucha que demostró la fiereza de los zacapoaxtlas, aunque la guerra la perdió México.