*La pequeña comunidad, asentada en las faldas del coloso, es uno de los asentamientos más antiguos de América y la puerta de entrada de Don Goyo; un lugar apacible
Guadalupe Juárez
San Nicolás de los Ranchos, Pue.- Sus calles estrechas, empinadas y banquetas pequeñas, hacen de la comunidad un espacio cercano. Se llama Santiago Xalitzintla, el pueblo más contiguo al Volcán Popocatépetl y al Iztaccihuatl, la mujer dormida.
Un sitio que carga a cuestas uno de los pasajes de la historia colonial, como uno de los pueblos más antiguos de América. Se dice que fue recorrido por Hernán Cortés y sus hombres en su campaña de la conquista.
Es considerado como uno de los accesos al Paso de Cortés, como se le conoce al paraje que en ocasiones recorren peregrinos hacia la Ciudad de México; hoy un centro de ecoturismo.
Aquí, al pie de un gigante vivo, ese que lanza fuego y cenizas para demostrar que vive, resguarda una iglesia y un pequeño kiosco como el de comunidades antiguas y una presidencia auxiliar con arcos voluminosos y una campana al centro.
Sus habitantes se acostumbraron a los estruendos nocturnos, a las fumarolas de las mañanas y la serpenteante ceniza, pero también a noches de cielos despejados y estrellados, a los destellos de luz roja que se desprenden del volcán, de Don Goyo, como lo llaman.
Desde Santiago Xalitzintla la postal siempre son los volcanes y un Don Goyo malhumorado con una fumarola saliendo de su cráter. Los cerca de dos mil habitantes, dedicados en su mayoría a la agricultura y comercio, tratan de acostumbrarse a la visita de extraños que buscan una aventura en las montañas.
Una de las leyendas recuerda que en 1608, cuando el pueblo era más numeroso, una epidemia acabó con gran parte de sus habitantes; otra historia, nos remite al nombre popular con que se conoce al Volcán Popocatépetl.
Se menciona que el primer tempero, un hombre llamado Antonio caminaba por las faldas del volcán y se encontró a un hombre llamado Gregorio Chino Popocatépetl.
En ese encuentro, Gregorio le dijo que si el volcán hacía erupción le iba a avisar o si sólo se trataba de una fumarola para que no corrieran peligro. Desde ese entonces, la comunidad acostumbra llevarle regalos al coloso en señal de ofrenda.