Templo del Pocito: huella poblana en la Basílica

*De los seis templos que se encuentran al pie del Cerro del Tepeyac, uno evoca el cariño de la comunidad poblana, una obra inaugurada en 1791, la única capilla circular de América.

Katya López Cedillo

Ciudad de México (CDMX).- Un detalle poblano resurge en uno de los templos más emblemáticos de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, el santuario católico con más visitas del mundo; más aún que la Plaza de San Pedro en Roma, Italia, pues en la Ciudad de México se da la bienvenida a más de 20 millones de feligreses de todo el mundo, cada año.

De los seis templos que se encuentran al pie del Cerro del Tepeyac, uno evoca el cariño de la comunidad de Puebla. Es único en su tipo y una de las piezas arquitectónicas más importantes de América: El Templo del Pocito.

Esta obra fue creada por uno de los artistas más revolucionarios de la Nueva España: el arquitecto Francisco Guerrero y Torres, quien nació justo por esa zona del Cerro del Tepeyac y fue el más notable artista del periodo barroco novohispano.

Tenía 26 años cuando fue aprendiz en la construcción del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe -dentro de la misma Basílica- y a los 50 años de edad decidió hacer su propio exvoto para ‘La Guadalupana’, pues en 1777 creó la Capilla del Pocito, proyecto por el que no cobró honorarios y tampoco lo hicieron constructores ni albañiles; yendo aún más lejos: el templo se levantó en su mayoría con donaciones de los fieles y parte de dinero del obispo en turno.

Se decidió crear esta capilla pues, según los relatos de los fieles, a finales del siglo XVI, en esta área tuvo su cuarta aparición La Virgen de Guadalupe ante Juan Diego Cuauhtlatoatzin. En ese lugar corrían aguas termales con lo que consideraban propiedades curativas y por ello, algunos peregrinos llevaban de este líquido a sus casas, otros lo bebían allí mismo y unos más curaban sus heridas en el lugar; estas prácticas pronto volvieron la zona en un foco de infecciones y con la creación de un pozo cambiarían los hábitos de los feligreses.

Entre los donativos, destacan las piezas que coronan la capilla y que extienden la identidad de Puebla: la característica talavera poblana que recubre las cúpulas, en sus representativos colores azul y blanco en zig zag, lo que le da un dinamismo cromático al templo.

El Templo del Pocito se construyó en 14 años y se inauguró en 1791. Hoy en día es la única capilla circular de América.

La pieza esta hecha al estilo ‘barroco de transición’, pues cuenta con recursos tanto del barroco tardío, como del creciente barroco neoclásico, que el propio Guerrero y Torres lideraba.

Sus fachadas están hechas de tezontle rojo y al interior cuenta con tres salas: en la primera, es notoria en su cúpula la representación del Espíritu Santo y debajo esta el pocito; el segundo bloque es una trabe grabada con figuras que evocan a Cristo y San Juan, rodeados de ángeles, en el caudal de un río y la tercera etapa es una sala de oración circular donde el púlpito es una figura de madera tallada con la forma de un indígena, recordando a Juan Diego, al centro de esta área se encuentra una copia fiel de la imagen de su tilma.

Según historiadores, el ‘Siervo de la Nación’ José María Morelos y Pavón visitó este templo a finales de 1815, poco antes de ser fusilado (22 de diciembre de 1815 en Ecatepec), después de cinco años de comandar la lucha por la Independencia de México.

En 1950 el Templo del Pocito fue desplazado de su sitio original, para construir la Plaza de las Américas, espacio donde pernoctan algunos peregrinos, en especial en la celebración del 12 de diciembre; sin embargo, siempre mantendrá su identidad como un templo con un toque de Puebla en su cúpula.

 

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