*Capaz de trasladar hasta 16 automóviles tamaño estándar, la panga de San Baltazar Tetela, junta auxiliar de la ciudad de Puebla, hace que “chavorrucos” y miembros de la Generación Z tengan contacto con la naturaleza poblana
Jaime López
Puebla, Pue.- El sistema de cable motorizado que la hace funcionar hace las veces de los antiguos remos de las lanchas. Parece una especie de brazo mecánico delgado que aletea gustosamente en las profundidades de la presa Manuel Ávila Camacho.
Es la panga de San Baltazar Tetela, una de las juntas auxiliares más recónditas del municipio de Puebla, que se ha convertido en un referente turístico, porque evoca los grandes muelles del país.
La diferencia es que los restaurantes y áreas de juegos de la zona parecen réplicas en pequeña escala de aquellas ciudades costeras, con vista al mar.
La panga causa ternura o júbilo a las y los visitantes, en especial a quienes pertenecen a la Generación Z, que muestran una gran emoción cuando se suben a su lomo de lata.
Los “chavorrucos” o mayores de 30 años lo perciben como la oportunidad de recrear por unos cuantos minutos escenas de la película “Titanic”. La torcedura en sus bocas los delata, porque contiene sus fuertes ganas de gritar: “Soy el rey del mundo”.
El ferry comunitario, que en sus orígenes estaba hecho de madera y se impulsaba manualmente, probablemente hace esbozar una sonrisa de oreja a oreja a Chalchiuhtlicue, la Diosa Azteca de los lagos y los ríos, por el ingenio local.
Son aproximadamente 200 metros que recorre la panga, una distancia sumamente corta en comparación con otras presas o lagunas, lo cual no importa si se toma en cuenta la experiencia y el contacto con la naturaleza.
La brisa de los días soleados susurra en los oídos de los pasajeros y se desliza entre sus cabellos, mientras que el arte y la majestuosidad de la Madre Tierra se hacen presentes en el paisaje: un imponente lienzo pintado por fuerzas superiores.
Continuando con una antigua tradición marítima, la actual Panga de San Baltazar Tetela lleva el nombre de una mujer: Mónica II. Sin embargo, los operadores desconocen el motivo de dicho apelativo.
Lo que sí saben a ciencia cierta es que anteriormente llevaba las denominaciones de Tiburón (lo que representaría una interrupción en la tradición) y Mónica I: “Se lo pone cada administración, pero le echaríamos mentiras si le decimos las razones”, expresan con humildad.
El pequeño transbordador es capaz de albergar hasta 16 vehículos de tamaño estándar. La cantidad es menor si los usuarios son trascavos, carros de carga o pipas. Influye también el nivel del agua existente al momento de los recorridos.
Los senderos que conducen a la panga también tienen su encanto, están acompañados de palmeras altas que evocan los camellones de los famosos puertos del territorio mexicano.
Incluso, hay un pequeño muelle en el que un señor ofrece paseos en lancha a cambio de una cuota de 320 pesos para cinco o seis personas. A esto se suma el ambiente de las marisquerías puesta en marcha cerca del ferry comunitario.
Es difícil poner cara de amargamiento ante una de las pequeñas grandes joyas de la capital poblana, una que está cercana a demarcaciones poco disfrutadas de la entidad, las cuales logran que más de uno se olvide gustosamente de la selva de asfalto.