*Con 155 años de existencia, el Teatro de la Ciudad, considerado el coloso de la Avenida Juan de Palafox y Mendoza, ha sido foro escénico, sede de graduaciones, exhibidor de cine y hasta testigo silencio de cientos de manifestaciones
Jaime López
Puebla, Pue.- Es vecino del Zócalo de Puebla y la Catedral capitalina. A diferencia de las dos joyas de la Angelópolis, su existencia es menos longeva. Además, superó un incendio que lo dejó temporalmente inactivo.
Inaugurado en 1868, el Teatro de la Ciudad es un inmueble que, generalmente en marzo de cada año, regresa a sus orígenes: ser aparador del talento de las compañías escénicas del momento.
Ello con motivo del Día Mundial del Teatro, celebración que se alimenta por decenas de histriones que, desde que se alza el telón, transportan al público por sentimientos intensos y universos diversos.
Fuera de esa fecha, el recinto tiene múltiples usos o funciones, desde ser sede de premieres nacionales de cine, hasta fungir como uno de los lugares favoritos de las escuelas para llevar a cabo sus graduaciones.
De una u otra manera, en el Teatro de la Ciudad no pueden faltar las risas, el júbilo, los murmullos y la aparición de personalidades extravagantes, que lo convierten en un sitio poblano que no debe dejarse de visitar.
Hay quienes intentan meter de contrabando algunos refrigerios, que pueden ir desde los más discretos, por ejemplo, dulces típicos, hasta los más exóticos, como cemitas cubanas tamaño extragrande. Si burlan la vigilancia de los organizadores, se darán un banquete ahí mismo aquellos asistentes devotos de Adefagia (la diosa de la gula).
Más allá de las historias relacionadas con anécdotas de bacanales, el Teatro de la Ciudad padeció en 1909 un fuerte incendio que lo sacó de circulación por dos décadas.
Fue en 1931 cuando el inmueble adopta una nueva fisonomía y una nueva denominación, la de Teatro Guerrero, la cual conservó hasta 1993, aunque en sus últimos años exhibía películas en lugar de montajes en vivo.
Con 155 años de años de fundación, el lugar luce impecable, como si jamás hubiera sido consumido por las llamas o como si su estructura nunca hubiera necesitado una manita de gato.
Las puertas de vidrio instaladas en su entrada lo hacen ver como un pequeño palacio o un hotel de cinco estrellas, que ha sido testigo silencioso de cientos de manifestaciones efectuadas en el primer cuadro de la ciudad.
En cuanto al vestíbulo, destacan las marquesinas con molduras de yeso en las que hay siluetas de bailarinas ejecutando distintas rutinas. Sacando fotografías de cada una de ellas, podría hacerse un pequeño montaje en movimiento de una danza en miniatura.
Un poco más al interior, se aprecian lámparas de diamantina que asemejan la iluminación de centros nocturnos o discotecas. Son tan llamativas, que la retina se extravía en ellas.
El Teatro de la Ciudad tiene cabida para casi 700 almas, lo que lo vuelve uno de los inmuebles culturales más famosos, solicitados y causantes de mayor impacto social. Así, el Coloso de la Avenida Juan de Palafox y Mendoza siempre está listo para albergar la magia…Tercera llamada, tercera llamada, ¡comenzamos!