*El barroco punk de la reconocida artista poblana Liliana Amezcua se retrata en el estilo irreverente de sus obras; su trabajo más famoso es la Chinga Poblana, una especie de autorretrato
Antonio Zamora
Puebla, Pue.- Cuando acudes a una de sus exhibiciones, hay que hacerlo en modo open mind para entender el sentido de su mensaje porque son raras esculturas facturadas en su integridad estructural con hilos y telas, las cuales llaman a abolir la planitud a cambio de la tridimensionalidad experimental.
Sus coloridas obras, siempre reflejando su amor por Puebla y tratando de explicar lo que significa vivir en esta ciudad, principalmente siendo mujer, le han ayudado a la artista plástica poblana ganarse el reconocimiento de sus paisanos, pero sobre todo en el extranjero.
“Amo a Puebla y me encanta la propuesta de mostrar a la China Poblana desde una perspectiva diferente. Mi obra se basa en ella y en todo lo relacionado a Puebla, pero también quiero mostrar la chinga que conlleva”, así se frontal y único el estilo de Liliana Amezcua, una artista poblana que trasciende a través de sus creaciones.
Su obra más famosa, la Chinga Poblana, es una especie de autorretrato en la que se muestra ataviada con el traje típico de la entidad la cual aplaudió como una nueva forma de ver a este ícono poblano, principalmente porque su propuesta se basa en las costumbres y tradiciones poblanas.
“El arte contemporáneo poblano se ha dividido en dos partes, una es la moda comercial que pretende venderse como creatividad alterna, de lenguajes convencionalizados que sirven de regocijo decorativo; y el otro, en lenguajes costumbristas que se presentan por medio del arte étnico, de la artesanía, del objeto decorativo con fines utilitarios y también comerciales para un turismo extranjero que busca exotismos”.
Pero su vida no solo ha estado dedicada al arte, también atiende la legendaria perfumería La Mireya, que fue la primera que existió en la capital poblana fundada en 1923 por su abuelo y que ahora, reconoce, está muriendo poco a poco, por los escases de la materia primera.
“Como no puedes vivir del arte, también me dedico a la perfumería que me dejó mi abuelo, aunque la estoy pasando mal porque el negocio está muriendo poco a poco. Ya no hay materia prima para elaborar mis productos porque las prohibieron y Hacienda me pone reglas que son una locura para el tipo de negocio”, señaló.
Mientras espera alguna respuesta desde Estados Unidos de algunos coleccionistas, Amezcua es reconocida como parte de los neomexicanismos poblanos ochenteros, reconocida por Laurence Le Bouhellec por la violencia en sus acciones artísticas sin llegar a ser negativa, porque se desborda en objetos artísticos de alta factura.
“Mi trabajo lo vio el profesor Stephen Vollmer en la exposición Éxtasis y abundancia y le gustó, por lo que lo recomendó con algunos coleccionistas mexicanos en Phoenix y hay la posibilidad de que se lleven mi trabajo, lo que cambiaría totalmente mi vida”.