*El Centro Cultural La Carmela preserva vestigios de su esencia original y, además, tiene una zona de juegos en donde los amantes de las patinetas parecen semidioses del viento y la velocidad, que tratan de alcanzar la grandeza
Jaime López
Puebla, Pue.- En medio de su estructura, descansa un castillo con más de un siglo de existencia, que acumula varias historias, como haber sido punto de vigilancia durante la Revolución Mexicana.
Hay quienes lo conservan como un peculiar recuerdo de su infancia, como aquel lugar prohibido de visitar debido a los vándalos que lo usaban para sus desmanes.
Ahora, es uno de los principales atractivos del Centro Cultural La Carmela, aquel espacio construido desde principios del 2021 por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) en San Isidro Castillotla.
Puede percibirse como una especie de mirador moderno, en el que propios y extraños pueden pasar horas contemplando el paisaje que cobija a los vecinos de la zona.
En sus faldas, hay una breve explicación cronológica del sitio, en donde se revela que, de 1906 a 1956, fungió como una planta hidroeléctrica que momentáneamente estuvo a manos del grupo Atoyac Textil.
Tuvieron que pasar 65 años para darle otro rostro y uso, aunque se preservó gran parte de sus materiales originales. También se mantuvieron las ruinas de uno de los muros que se encuentra en las inmediaciones y que, con cierta imaginación, puede ocuparse para jugar escondidillas o recrear filmes bélicos.
Saliendo de las entrañas del castillo, la gente puede disfrutar otras áreas del nuevo complejo artístico que ha revitalizado el sur de la Angelópolis, demarcación en la que anteriormente se asentaban extensos terrenos de cultivo.
Vale la pena hablar sobre el Ágora que, como si se tratara de una antigua civilización griega, reúne a decenas de personas, pero esta vez no para debatir asuntos políticos o sociales, sino para aprender distintas manifestaciones culturales e intelectuales, tales como ballet, apreciación cinematográfica o hasta idiomas.
Según cuentan las cédulas instaladas en el lugar, ahí se edificó “La casa de las máquinas”, cuyo propósito central era aprovechar la caída del agua para transformarla en electricidad.
De eso solo quedan algunos cuantos vestigios, por ejemplo, la viga, parte de las escalerillas, así como ciertos fusibles eléctricos.
Obviamente, el Centro Cultural La Carmela va más allá de su museo de sitio y Ágora, pues tiene a su disposición una zona para los amantes de las patinetas, algunos de los cuales se graban a sí mismos para analizar las maniobras que ejecutan en el aire.
Parecen semidioses del viento y la velocidad, que tratan de alcanzar las nubes, pero, sobre todo, la grandeza.
El complejo La Carmela también consta de una pequeña biblioteca, así como de una estación de bicis y consultorios para revisiones de medicina general.
La única restricción para disfrutar del espacio referido y sus distintos rincones es el horario, que va de martes a domingo de 10 a 17 horas. Es decir, los visitantes tienen 420 minutos casi diarios para apapachar su alma, memoria y salud.