Club Ópera: un billar de fantasmas

*Bajo las escaleras que desde la calle Serapio Rendón llevan a ultratumba: el billar fundado en 1918 en los terribles días de la pandemia de la Influenza Española

Aníbal Santiago

Ciudad de México (CDMX).- Un andar lento, seguro, precavido, como de mafioso alerta, lo conduce hasta una entrada oscura bajo un cartel que indica “CLUB ÓPERA. CARAMBOLA DOMINÓ POOL”.

La sala de billar más antigua de México, lúgubre como escenario de Chicago en la era de la Prohibición, lo hará sentir en una cueva de ladrones, lo que muchos piensan que aún son los tugurios donde montones de señores y no pocas mujeres hacen carambolas sobre paño azul. Falso e injusto mito.

Pensando en que quizá verá a Al capone, baja las escaleras que desde la calle Serapio Rendón lo llevan a ultratumba: el Club Ópera, el billar fundado en 1918 en los terribles días de la pandemia de la Influenza Española.

De a poco, su mirada se levanta y ve decenas de mesas, viejísimas, con esa tela suave e inmaculada que gradúa el rozamiento y permite el rodaje preciso de las coloridas bolas de baquelita.

Al silencio, que por momentos hace zumbar los oídos, solo lo interrumpe el clac-clac de las pelotas chocando que las maestras y maestros producen con el vaivén sabio de sus tacos para embocar las esferas en la buchaca o hacer carambola.

Describe así ese mismo silencio Jaime Flores, árbitro de la Unión Mundial de Billar: “En un torneo se puede oír el vuelo de una mosca”. Si le parece exagerado, Norberto Sánchez, presidente de la Federación Mexicana de Billar, le solicita que entienda: “Muchos juegan por nota -aclara-, juegan por sistemas numéricos. Entonces están haciendo en su mente una serie de cuentas y si los distraes harás que fallen. En este juego de caballeros no tienes que hacer ningún ruido”.

Los billaristas observan la disposición de las bolas con la concentración de generales cuyas tropas definirán el destino de sus naciones. ¿Por qué? Víctor Ochoa, jugador de toda la vida, lo esclarece: ellos son científicos: “Hay física aplicada en el billar: podemos hablar de velocidad, fuerza, aceleración”. Y el billarista Vicente Perea añade: “Manejamos también trigonometría, geometría analítica, termodinámica: porque cuando tú golpeas un ruedo, aparentemente no, pero hay calor; hay un salto y luego hay una rotación”. Épale. Pues sí, para tirar stop shot, top spin, stun shot, draw o side spin, interviene todo eso.

No se asuste. Los encargados de la sala y, sobre todo, Juan Luis Guerra -ojo, instructor mexicano de pool y tres bandas, no de la dominicana bachata- le enseñarán gratis esas ejecuciones en este subsuelo de la colonia San Rafael donde, cuentan los historiadores de barrio que pululan por acá, jugó en 1955 Fidel Castro cuando en la Ciudad de México planeaba la Revolución Cubana, y también el ídolo Jorge Negrete.

Con 104 años de vida, el Club Ópera es tres décadas más viejo aún que el edificio que tiene enfrente y por el que mutó su nombre, el maravilloso y abandonado Cine Ópera art decó con sus imponentes esculturas monumentales de la comedia y la tragedia. Concluida la película en blanco y negro, los asistentes venían a jugar, encontrarse con amigos y disfrutar un trago.

Da la impresión que este billar no tiene la menor intención de rejuvenecerse: mantiene su piso de mosaicos originales en café y beige (apoyarás la suela en el mismo suelo que pisaron aquel político cubano y el protagonista de El Charro Inmortal) y sus viejísimos tableros de puntuación de madera empotrados en las paredes. A tal punto goza su vejez que por aquí y allá hay mesas de billar nuevas que desde hace años no han sido desempacadas, siguen cubiertas con celofán y se vuelven viejas sin que hayan sido estrenadas. Y también, en el piso como si no hubiera tempo para colgarlas, están apoyadas antiguas litografías de jugadores legendarios de otros siglos, como William Cook o John Roberts Sr.

Inventado por nobles franceses en el Siglo XV, el billar se expandió en México en tiempos de Benito Juárez. Primero lo adoptaron los aristócratas y, dicen las malas lenguas, después los malvivientes de las barriadas de la Ciudad de México. Los habitantes de la colonia y de otros puntos capitalinos actualmente ocupan el Club Ópera de lunes a domingo de 10 am a 11 pm. No hay descanso para este sótano desvelado y ojeroso.

Como usted se encuentra en un billar oculto y no hay una sola ventana que filtre una partícula de luz natural, ni una sola, lo iluminarán unas enormes lámparas cuadriculadas y unos foquitos verdes que dan a su piel y la de sus acompañantes un tono mortuorio. Jugar aquí solo le costará unos pesos: por la renta de una mesa, los chicharrones, así como la cerveza Victoria con que refrescará su garganta mientras se vuelve un científico billarista, le cobrarán casi nada.

¿En el Club Ópera solo se convive con billaristas de este mundo? Juan Luis, su dueño, lo aclara: “Aquí espantan: en el baño de hombres te metes a orinar y de repente te dicen: ¡voy! Sales y no hay nadie. A la gente se le pone la carne de gallina”.

¿El fantasma de Fidel, el de Jorge Negrete?

No importa.

Vaya, juegue, piense. Y enfrente a los fantasmas.

Club Ópera: Serapio Rendon 8-B, San Rafael, Ciudad de México. Tel:  55 5592 3887.

 

 

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