Matlalcuéyatl, la diosa azúl

*El volcán, enclavado en el Parque Nacional La Malinche, forma parte de dos entidades, Tlaxcala y Puebla; recorrer uno de sus senderos es encontrarte con oyamales, pinos y ailes

Guadalupe Juárez

Tlaxcala, Tlax.- Le dicen Matlancuéyatl, la de las enaguas azules.

También es conocida como la doncella o Sierra de Tlaxcala, la Malintzi, la Malinche o la diosa de las faldas azules, por los colores que se perciben cuando se observa a la montaña de pie, en el horizonte, entre los límites de Puebla y Tlaxcala.

En invierno, la nieve cubre la parte más alta de lo que dicen fue un volcán que ahora está inactivo, una montaña en cuyas entrañas corre el agua utilizada por las comunidades a sus pies.

En verano, entre el azul destaca el verde de sus bosques, y el cielo azul cubriéndola con algunas nubes como hilos que parecieran salir como si fueran fumarolas.

Solía ser un punto de referencia para observar el movimiento del sol desde los centros ceremoniales, misma que fue mencionada en libros y documentos de los españoles cuando llegaron a América.

La montaña está resguardada en un área protegida, la cual fue nombrada como Parque Nacional La Malinche, una superficie de más de 45 mil hectáreas, 68 por ciento ubicadas en territorio tlaxcalteca y 32 por ciento en suelo poblano.

Recorrer uno de sus senderos es encontrarte con oyamales, pinos y ailes, y en la parte más alta que una persona que práctica el senderismo puede llegar puede ver especies como el zacatonal, el arenal y encontrarse con las zonas rocosas.

Hay más de 27 especies de mamíferos, como el gato montés y el coyote, 69 aves como el chipé rojo, 11 reptiles y cinco anfibios.

En la montaña hay murciélagos mulas, saltaparedes, enebro azul, el vencejo nuca blanca y el Mierlo pinto.

Hay miyomycetes, hongos macroscópicos, hay pastizales y en su suelo también es posible cultivar. Hay leyendas y misticismo.

Una de ellas es la historia de una doncella por la que es llamada Malinche, la historia de Malinalli, una joven hermosa, hija de un cacique, pero que fue vendida como esclava.

Al llegar Hernán Cortés, le fue regalada junto a otras mujeres, piezas de oro y mantas, fue quien la nombró Marina. Así se convirtió en intérprete e intermediaria entre él y los pueblos prehispánicos.

Se dice que tuvo un hijo con Hernán Cortés, lo llamaron Martín, y fue así como nació el primero de los mestizos. Su papel en la conquista fue tan importante que por ella nació el término malinchismo, como referencia para las personas que prefieren un estilo de vida diferente y extranjero al de su cultura.

Hay mitos que mencionan que podría estar sepultada a las faldas de la montaña que lleva su nombre, pues cuando se concretó la conquista, ella murió, su cuerpo fue rescatado por indígenas, quienes al ser perseguidos por tropas de Hernán Cortés, lograron llevarla a un monte en Tlaxcala y la sepultaron.

Años después, decían que se apreciaba su figura en la montaña, tal y como había pasado con el Iztaccíhuatl. Tras sepultarla, las lluvias aumentaron, lo mismo que las cosechas, los pobladores aseguraban que el alma de la Malintzi habitaba el cerro, y era quien pedía la lluvia a los dioses.

 

 

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