El santuario para amantes del café

*En el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla un lugar con las mejores productoras de café de Oaxaca, Veracruz y Chiapas; al sitio hay que sumarle el menú de alimentos que cada vez crece más

Texto y fotos: Jaime López

Puebla, Pue.- Ha hecho de la expresión “Un cafecito y te cuento” más que un pretexto para echar el chisme con las amistades o seres queridos. El lugar, ubicado a cuatro cuadras del Zócalo de la Ciudad de Puebla y a unos metros del Museo Amparo, es un santuario de sabor, aroma y comercio justo.

Surgido en el marco de la contingencia sanitaria, su alianza con distintas cooperativas del país, permite conocer los productos de las entidades catalogadas como las mejores productoras de café: Oaxaca, Veracruz y Chiapas.

Todo a un precio accesible al bolsillo de las y los poblanos, así como de los turistas que arriban temporalmente en la ciudad, en búsqueda de un alimento orgánico, que hechice su paladar.

En cuanto a la base de sus bebidas, es decir, el café de casa, proviene de Cuetzalan, de la empresa social bautizada como Tosepan, organización integrada por familias de campesinos indígenas de la Sierra Nororiental de Puebla y que tienen como principal propósito la calidad de vida.

No forma parte de una engañosa publicidad con aires de “buena ondez” que manejan ciertas compañías. En realidad, el café del municipio mencionado, que se usa en el establecimiento de “Un cafecito y te cuento” es delicioso, adictivo y de precio accesible.

Respecto a lo adictivo, existen diferentes testimonios de paladares reales que, sin dudarlo, constatan la exquisitez de los brebajes, no pudiendo olvidarlas, por lo que han regresado frecuentemente al lugar para seguir disfrutándolas.

En un horario de 9 a 19 horas, de martes a domingo, las y los comensales pueden disfrutar a pierna suelta una taza de americano, una probadita de café de olla veracruzano o una jugosa rebanada de pay de limón.

Hay que sumarle el menú de alimentos que cada vez crece más por las peticiones o demanda de la clientela. Destaca la orden de tlacoyos, provenientes de la Sierra Norte, que pueden estar rellenos de alberjón, frijol o requesón.

Si hasta aquí la boca de los lectores no se ha hecho agua, entonces, habría que agregar que en “Un cafecito y te cuento” también se pueden encontrar crujientes molletes, pastel de chocolate o productos de reciente data como quesadillas, sincronizadas o cubiletes.

Todo ello acompañado de un servicio cálido por parte del personal del lugar, que no tiene empacho en mostrar su fascinación durante sus labores por la música rock y pop de los 80, 90 y nuevo milenio, reproduciendo y tarareando algunos de los mayores éxitos de las décadas mencionadas.

Por si fuera poco, “Un cafecito y te cuento”, tiene otro plus: la exhibición de un catálogo de herbolaria, conformado por cremas y jabones artesanales que ayudan al cuidado del cuerpo.

Para finalizar, próximamente será sede de lecturas de tarot y exposiciones artísticas, de talentos emergentes radicados en la capital poblana que quieran difundir su trabajo.

Eso lo podría consolidar como un minicomplejo culinario y artístico de primera calidad, uno que, como el buen café, se atrevió a emerger en medio de la naturaleza adversa y compleja, para destilar buen sabor y disfrutarse por los seres humanos que gozan de lo grato de la vida.

 

 

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