*Cuando la plaza de la periferia de la ciudad de Puebla está en silencio total, se puede escuchar el crujido del suelo, pero los días domingos abundan los gritos de los fanáticos y las clásicas mentadas
Jaime López
Puebla, Pue.- Lo conocen como “El Templo del Dolor” del sur de la ciudad, en donde domingo tras domingo se dan cita los amantes del pancracio que no viven cerca del Centro Histórico de Puebla.
Es la Arena Coliseo San Ramón, un espacio íntimo y familiar, que sirve de plataforma para las nuevas generaciones de luchadores locales, los cuales sueñan con deleitar a la audiencia con sus llaves y vuelos espectaculares.
Al ingresar al recinto, los fanáticos son recibidos por algunas fotografías de la familia fundadora, la dinastía de “Los Tigres”, que hasta ahora tiene tres generaciones de peleadores: Tigre Carcelero, Tigre Rojo y Tigre Rojo Junior.
No pueden faltar las imágenes religiosas relacionadas con el fervor guadalupano de los dueños, ni tampoco las paredes rotuladas con dibujos sencillos de luchadores enmascarados.
La zona de ring numerado está construida sobre un piso de duela, material que permite amortiguar las caídas de los pugilistas.
Cuando la plaza está en silencio total, se puede escuchar el crujido del suelo, pero los días domingos abundan los gritos de los fanáticos y las clásicas mentadas de progenitora.
A eso hay que sumar los alaridos de la vendedores de cervezas, cemitas de milanesa, camarones, refrescos y nieves. Todo un bacanal gastronómico que hace más festiva la serie de exhibiciones en la arena sureña.
En la parte de arriba, denominada “Balcón”, hecha de madera y herrería, se conjuntan las porras de los técnicos y de los rudos, las cuales se confrontan a todo pulmón con sus cornetas y consignas.
Eso sí, su duelo se lleva a cabo con todo respeto, sin insultar a los asistentes y únicamente criticando a los luchadores en exhibición.
Son 470 las almas las que cada domingo acuden al Coliseo San Ramón con la finalidad de encontrar diversión o desfogar el estrés de la semana.
A primera vista, la arena podría parecer un lugar sencillo y pequeño, pero ha servido como escuela de entrenamiento de las generaciones venideras. Además, el ring cumple con las medidas de la lucha profesional, un cuadrilátero seis por seis engrandecido por la sangre, sudor y júbilo que forman su historia.