Un paseo por la alcurnia poblana

*En la antigua vivienda de José Luis Bello y Zetina, convertida en un museo, objetos que de más de un siglo y medio que reflejan cómo vivía una familia adinerada en la capital poblana

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- El lugar permanece casi intacto por el paso de los años: las mismas cortinas de hace un siglo y medio de antigüedad de terciopelo francés, pinturas, el comedor, la recámara napoleónica y el gran mural en el techo en forma de pastel sobre la sala, donde se hacían las “fiestas más alocadas”.

Las paredes pintadas a mano, los techos adornados que no han necesitado ni un retoque a pesar de los años.  Un espejo de origen veneciano, floreros franceses de porcelana con detalles de oro, un candil de origen checoslovaco y una alfombra de persa.

Junto a la iglesia de Santo Domingo, en una fachada roja, en el número 405 sobre la calle 5 de Mayo, el otro museo Bello, el de José Luis Bello y Zetina, un sitio que pocos conocen, pero que refleja cómo vivía una familia de alcurnia en la capital poblana.

Basta cruzar la puerta de madera y el marco de talavera que se conserva intacto, tal y como lo dejó don José Luis y su esposa doña Julia Haro. Él –cuenta el guía—se dedicaba a un negocio de semillas, aunque no tenía la necesidad de trabajar.

Su fortuna la amasó debido a que su padre o su abuelo se dedicaban a administrar los negocios de la gente cuando se iban de viaje a Europa, travesías que duraban meses y hasta varios años.

De regreso, en forma de agradecimiento, les traían varios obsequios, entre ellos vajillas, floreros y muebles con los que formaron una colección que le fue heredada a José Luis, dedicado a multiplicar su fortuna.

Por eso, en la vieja residencia hay pisapapeles de origen francés, pinturas, entre ellas una que más llama la atención: la del mexicano Daniel Dávila Domínguez, quien retrató a Carmen Tagle sobre un lienzo de una mujer desnuda.

El inmueble formó parte del convento de Santo Domingo, pero cuando fue expropiada por el Estado tras las Leyes de Reforma, fue vendido a particulares.

Así, el padre de don José Luis se la regaló a su hijo al contraer nupcias con doña Julia. Por eso si uno se asoma al balcón cerca de la iglesia, es posible ver el atrio. Al otro costado, si uno se asoma, es posible ver el pasillo del mercado La Victoria, que hace varios años era una especie de Central de Abasto para la ciudad.

Antes de que expropiaran la propiedad a la Iglesia, en lugar del mercado había un huerto y los dormitorios, los cuales se convirtieron en casas y locales. Don José Luis y su esposa tuvieron un hijo, quien falleció, por lo que decidió convertir su casa en un museo.

Dentro de la colección también es posible ver el baño principal de la casa y unas cartas de José Luis, cuando pretendía a su esposa.

José Luis Bello y Zetina falleció en 1978, pudo ver cómo ya había estufas, televisores, refrigeradores, pero la estética de su casa la conservó tal y como se la regaló su padre. Un lugar detenido en el tiempo.

 

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