*En el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, luce el Templo de Nuestra Señora de la Merced con su estilo barroco y sus cientos de cartas, recados y peticiones de personas que con fe piden un milagro
Carolina Miranda
Puebla, Pue.- Diariamente sus enormes rejas negras de acero se abren para recibir a decenas, y tal vez miles de poblanos. Antes de ingresar, los fieles católicos hacen una cruz en el vidrio y se persignan ante la Santísima Trinidad que se encuentra sobre una alcancía en la que depositan una moneda como limosna.
La fachada de cantera del Templo de Nuestra Señora de la Merced, erigido en 1598, tiene labradas las esculturas de San Cosme, San Ramón Nonato, San Damián y San Pedro Armengol.
Tan solo 67 años después de la fundación de Puebla, surgió el Templo, testigo del ir y venir de miles de poblanos en el corazón del comercio del Centro Histórico de la ciudad de Puebla.
Los heladeros no pueden faltar, apaciguan el cansancio, el calor y le dan una palmada a la fe que tanto profesan. Afuera también venden enmoladas, las señoras las preparan casi en serie en platos desechables.
El mole no puede faltar en la cazuela de barro que expide humo con el pasar de los autos. En la pared de la iglesia, una fila de bancos formados para los comensales hambrientos, que salen y entran al templo.
La ermita está a cargo de la Arquidiócesis de Puebla y de los Frailes Mercedarios que pertenecen a la Provincia Mercedaria Mexicana de la Natividad de la Virgen María; la iglesia ha permanecido desde el siglo XVII, su estilo barroco no pasa desapercibido en cada feria de la capital poblana. Se encuentra ubicada en la calle 5 norte y 10 poniente.
Dedicado a la Virgen de la Merced, quien se encuentra en el altar mayor de estilo neoclásico. Se llega a la obra, atribuida al taller de Los Cora, luego de recorrer un largo pasillo y decenas de bancas de madera caoba. En el altar posan dos lienzos con la genealogía de Santos y Santas mercedarios.
Lo que más impacta es la enorme escultura de Jesús con su ropaje al viento, el cual se encuentra en la nave derecha de la iglesia. Pararse frente a él es revelar el alma, los miedos, la incertidumbre y los deseos que sólo pueden atribuirse y resolverse con un milagro de fe, que probablemente desean ante la imponente figura.
El Señor de las Maravillas también tiene cientos de cartas, recados y peticiones de personas que con fe le piden su apoyo. Una adulta mayor en silla de ruedas llega con dos de sus familiares. Las tres rezan, mientras que del rostro de la mujer las lágrimas le rodean las mejillas.
El Templo demuestra que no se necesita ser un adulto para creer, para rezar, para pedir y ofrecer. Los jóvenes también se encuentran hincados sobre las bancas, con los ojos cerrados y el rostro entre las manos juntas. Una gran paz predomina en el lugar, lejos del claxon de los autos y de los gritos del ambulantaje.
La iglesia es el lugar donde los poblanos encuentran un lugar tranquilo para pensar, para descansar y para encontrar apoyo.