*En el llamado callejón de las carnicerías, una cárcel que se convirtió en el Teatro de la ciudad de Puebla, un espacio con mil rostros de comedia, drama, música, ópera, monologo y tragicomedia
Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- Cuando las luces se encienden e iluminan el escenario, las personas en los balcones y en los asientos enmudecen.
El telón se abre y puede aparecer cualquier persona: un político, un conferencista, un malabarista, un trapecista, una mujer que se sostiene sólo de sus pies en una tela e incluso una compañía artística completa.
Así es el Teatro de la Ciudad, conocido antaño como Teatro Guerrero, un espacio que alberga cualquier disciplina además de los reflectores y la farándula, pues sus paredes han sido testigos de graduaciones escolares, condecoraciones y eventos de la sociedad poblana.
Una estructura edificada en el siglo XVI que fungió como sede del poder civil de la ciudad de Puebla, vapuleada por incendios, sismos y reconstrucciones fallidas, resurge de su pasado mismo y de sus tragedias. En pleno corazón de la urbe virreynal, el Teatro de la Ciudad, una construcción que pasó de ser sede gubernamental, a cárcel, cine y refugio de las artes escénicas.
Su historia se remonta en un 12 de abril, pero de 1868, cuando antes de ser un teatro era una cárcel, ubicada en lo que antes era conocido como callejón de las carnicerías, un lugar angosto, sombrío y oscuro, sin piso y sin techo.
El empresario Ignacio Guerrero Manzano hizo una oferta que en ese entonces el presidente municipal Juan Tamborrel no pudo rechazar, venderle el local donde estaba la cárcel para instalar un teatro.
En ese entonces, la invasión francesa era inminente, y el alcalde quiso obtener recursos para hacer frente a lo que venía.
Guerrero Manzano era un hombre reconocido por ser dueños de molinos, inventor de materiales, innovador en el sistema de cañerías de la ciudad y hasta fundador del primer hotel de la ciudad.
El teatro comenzaba a escribir sus primeros capítulos en la historia, con la llegada del presidente Benito Juárez que inauguraba el ferrocarril mexicano en septiembre de 1869.
Y así, el callejón comenzaba a cambiar, había más negocios, primero un café, luego un restaurante, una cantina que dejaron atrás la imagen sombría de esa calle. Se había convertido en el lugar favorito de los españoles que vivían en Puebla.
En enero de 1909, las noches de opulencia terminarían, con un incendio que lo consumiría todo. Los herederos de Guerrero, optarían por venderlo.
En 1929 sus paredes se convertirían en cine y teatro, el estilo Art Deco domina y el cine se estrena con “Santa”, la primera película sonora en México.
De ese día, su escenario fue pisado por artistas como Agustín Lara, Pedro Vargas, Las Granica Asencio y Leopoldo Ortín.
Los años pasan, se vuelve un cine viejo, que es renovado en 1996, ya en manos del Ayuntamiento, pero deja de ser Guerrero, lo nombran Teatro de la Ciudad.
Ha sido intervenido en dos ocasiones más, en 2014 y en 2020, donde se llevan a cabo obras de teatro, ópera, danza, conciertos musicales, espectáculos infantiles, festivales, conferencias e informes de gobierno. Tiene un aforo de 590 personas, 193 en la luneta, 257 en platea y 140 en palcos.