*El jardín de El Carmen, ubicado a sólo siete calles del zócalo y con un pasado de leyendas terroríficas, se convirtió en un punto de encuentro de familias poblanas
Guadalupe Juárez
Puebla Pue.- Niños y niñas estrenan sus patines sobre las losas del jardín de El Carmen, un grupo de adolescentes practica los pasos de una coreografía, mientras una pareja disfruta de su helado sentados bajo la sombra de un árbol.
Un hombre bolea los zapatos negros de otro, una mujer sumerge un aro de color en una botella y arroja burbujas de jabón que al chocar con el suelo se desvanecen. Y el agua de la fuente que se encuentra al centro cae sobre la loza azul y salpica a quien camina cerca.
Al fondo, se encuentra el templo de El Carmen, que es visitado por fieles y turistas, el cual además goza de la fe de sus feligreses por la figura de la virgen que se encuentra en el lugar, la cual consideran como una de las más milagrosas del estado.
Por las noches, el parque es otro: un par de mujeres venden chalupas -uno de los platillos típicos del estado-, otra prepara chicharrines rectangulares, a los que les unta mayonesa, les echa cueritos y lechuga encima, ingredientes que baña con crema, queso y salsa botanera.
Un grupo de personas baila con canciones de sonidos prehispánicos, mientras las pulseras de hueso que portan en sus pies suenan al chocar sus plantas con el suelo.
En la esquina ya hay un puesto de hamburguesas, cuya fila a veces es muy larga, pero que vale la pena esperar para disfrutar del platillo.
Otro par de puestos venden los esquites y elotes, que en Puebla son preparados con mayonesa, queso y salsa o polvito del “que pica” o del “que no pica”.
Al cruzar la acera te encuentras con las paleterías, famosas por las paletas, nieves y helados que venden, con sabores singulares.
Esta parte de la ciudad, a sólo siete calles del zócalo, en la 19 Oriente, entre 16 de Septiembre y 2 Sur, era considerada ya el sur de la ciudad en 1934, pues atrás del templo del Carmen ya eran campos despoblados.
En este jardín, la aristocracia poblana solía utilizarlo para pasear y presumir sus mejores atuendos, pues también era uno de los barrios más opulentos de la ciudad.
Pero el jardín del Carmen tiene un pasado oscuro, el de haber sido un panteón hasta 1891. De hecho, surgió una leyenda: la de los ladrones de joyas, que cortaban manos y pies de los cadáveres para despojarlos de anillos, relojes, adornos del cabello y demás objetos de valor con los que eran sepultados.
Una vez -cuenta la leyenda- que un ladrón quiso quitarle un guardapelo a un cadáver, cuando el cuerpo cobró vida e impidió el robo, por lo que el ratero salió del cementerio aterrorizado.