Bolillos para Las Princesas

*Durante más de 30 años,  Doña Guillermina Vidal Herrera es -dice- una Princesa que se convierte en Cenicienta al entrar a los hornos para crear, entre otros, bolillos para alimentar el alma

Carolina Miranda

Puebla, Pue.- Nacida y educada dentro de una familia de panaderos, aprendió el oficio de su padre y desde los doce años estaba lista para salir a vender pan tradicional en las vecindades del primer cuadrante de la ciudad.

Guillermina Vidal Herrera ha creado un castillo de sabor y de éxito en el corazón del Centro Histórico de Puebla. Se considera una princesa, aunque menciona que el encanto se termina cuando entra a los hornos, pues ahí se convierte en Cenicienta. Una mujer lista para elaborar pan y manejar su negocio, un oficio que viene en su ADN y que ha heredado a sus hijos y nietos.

A los quince años terminó sus estudios de secundaria, pero también tuvo su primer embarazo, lo que la impulsó a seguir trabajando. Durante veinte años fue ambulante, diariamente y desde muy temprano tocaba puertas entre el frío, el calor y la lluvia, para que los poblanos pudieran contentar el corazón y el estómago con el pan que elaboraba con sus propias manos.

Finalmente estableció “Panadería La Princesa, la mejor del Centro” en la esquina de la 3 sur y 9 poniente en la capital poblana, la cual desde hace más de treinta años es cuidada por el vigía de Santa Inés, una estatua de un perro que desde lo alto protege los pasos de la familia Vidal.

Los hijos y nietos de Guillermina no padecieron los pesares de ser ambulante, y gracias a su esfuerzo y la calidad de su trabajo y materiales, se creó una reputación que los ha hecho perdurar.

La familia Vidal logra la satisfacción y el reconocimiento de los poblanos y turistas; además de todo tipo de bolsillo, pues los precios de sus productos son muy económicos, a pesar de las fluctuaciones de los costos de la materia prima. Ella sabe y entiende que para los mexicanos tener un bolillo en casa es sinónimo de alimentar el alma.

Invierte su tiempo en aprender más sobre la tecnología en el ramo gastronómico y así mejorar los procesos y optimizar el trabajo de los panaderos, sabe que tiene que competir en un amplio mercado y que quien no se actualiza se queda atrás. Por eso desea que sus nietos continúen sus estudios y logren un título universitario, pues el oficio que ella ejerce es laborioso pero poco reconocido.

Año con año surte variedad de pan de acuerdo a la temporada, por ejemplo, en Semana Santa elabora empanadas, para Día de Muertos las charolas se llenan de hojaldres y para recibir a los Reyes Magos cocina roscas para todas la familias poblanas.

Tener un pan de dulce sobre la mesa es una costumbre de las familias mexicanas, comerse un cubilete de crema de camino al trabajo o a la escuela saca a los oficinistas y estudiantes del apuro y esperar todo el año la temporada de muertos para saborear un hojaldre con chocolate caliente hace que sea una de las épocas más hermosas del año.

Pero hacer pan tradicional no es suficiente, por lo que ella experimenta con los sabores para cocinar nuevas creaciones. Y como el dicho lo dice, los hojaldres de agua de azahar, chispas de chocolate, nutella, queso con zarzamora, nuez con canela, mantequilla real, nata, zarzamora con crema, rompope  y pasas salen como pan caliente, listos para ser saboreados y tener el sello de aprobación de los paladares poblanos y turistas.

Guillermina vida ha pasado cincuenta años entre la harina, la mantequilla y el azúcar que ha puesto un plato de comida caliente sobre la mesa, no solo de sus hijos, sino también de cientos de familias, pues la torta que los niños llevan a la escuela, la concha que remojan los poblanos en las mañanas y la oreja que calma el hambre en las madrugadas, son cada uno de los sueños materializados de una mujer que se propuso tener éxito a pesar de los obstáculos que se le presenten.

 

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