*Una familia de tamaleros del antiguo Barrio de Xonaca dan vida y movimiento a inmensas calaveras que desde hace 15 años inundan la ciudad antigua de Puebla cada 2 de noviembre
Guadalupe Bravo
Puebla, Pue.- Caminar codo a codo, sosteniendo enormes catrinas y catrines por los barrios antiguos de la capital poblana, desfilar frente a la Catedral con una vela encendida en la mano entre el olor a hojaldre y flor de cempasúchil, se ha convertido en una tradición para los poblanos y una postal para los turistas.
Y por extraño que parezca, del tamal y del amor por la cultura mexicana nació el proyecto independiente “Los Tamalistas”, una familia de tamaleros del antiguo Barrio de Xonaca que decidió dignificar el oficio de treinta años y crear figuras para rendir tributo a nuestros muertos.
Ser tamalero -afirman- no solo consiste en la manipulación de la masa, los ingredientes y los sabores, sino un arte culinario de artesanos de la cartonería, quienes lograron dar vida y movimiento a inmensas calaveras que desde hace 15 años inundan la ciudad antigua el Día de Muertos: Barrio de El Alto, Xonaca, el Centro Histórico y la Reforma.
El artista plástico Daniel Bello es el artífice de las esculturas que bailan al ritmo de la alegría de los presentes y que mantienen una tradición para los seres queridos que fallecieron y cuyas ofrendas son en su honor.
“Nosotros somos tamaleros y en este afán de dignificación de los oficios nos dedicamos a la gestión cultural, a la promoción cultural y artística. Dentro del barrio hacemos el rescate de las tradiciones, eventos y fiestas. Siempre teniendo en cuenta que ser tamalero es un oficio digno y a la par de cualquier profesión”.
Para ello, año con año abre talleres gratuitos para todos aquellos que deseen participar en el Festival Tamalista. También se realizan obras de teatro, danza, performance, lectura de poesía y proyecciones.
“Esta es nuestra manera de expresarnos, esto es lo que hacemos. Hacemos tamales, hacemos arte, hacemos calaveras, hacemos bullicio y hacemos fiesta”, dice..
Todo inició en 2006, cuando una calavera llegaba a costar dos mil pesos y pesar más de veinte kilos, pero con el paso del tiempo y la adquisición de conocimientos y materiales, poblanos y turistas pueden elaborar una pieza con solo 200 pesos, la más grande llega a pesar diez kilos.
Desde agosto comienzan los preparativos: cartón, papel reciclado, engrudo, carrizos, una pelota y pasta de nejayote que es “agua de ceniza” es lo que se necesita para que las calaveras bailen al ritmo de las bandas invitadas y el ambiente de ánimo.
Una calavera puede ser manipulada hasta por tres personas por lo que se convierte en una actividad para toda la familia.
El nejayote es el residuo de nixtamal que le ha provocado muchos dolores de cabeza a los trabajadores de los molinos, ya que si se va por el drenaje puede taparlo por ser tan espeso, por ello es perfecto para aguantar las estructuras de casi tres metros de alto.
Durante estos 15 años, “Los Tamalistas” han tenido diversas sedes para montar los talleres, pero gracias a la iniciativa vecinal, el Centro de Bienestar Social Xonaca se convirtió en el hogar de las calaveras colosales fabricadas por manos poblanas.
Los talleres han recibido a personas de todo el mundo y de hecho para su quinceavo aniversario una joven de Israel ya está en proceso de terminar su pieza.
La familia Bello tuvo en el 2013 la oportunidad de viajar a Francia para abrir cursos con gran éxito, ya que el Día de Muertos es representativo de México a nivel mundial.
Bello cuenta que en sus inicios alrededor de treinta personas se unieron a la procesión, pero en los últimos años han acudido casi tres mil poblanos y turistas al festival. Asisten disfrazados de catrinas, diablitos, mariachis, brujas o dioses de las diversas culturas mexicanas.
Evitan ir alusivos a Halloween, pues el propósito es rescatar las tradiciones que le dan orgullo a nuestro país.
Sin embargo, no han podido llegar a la meta de desfilar con cien calaveras, el número máximo que han registrado es de noventa y seis, por lo que organizan rifas de tamales para obtener recursos y así cumplir su objetivo.
Las dificultades se presentan en cada edición pero vecinos, artistas independientes y poblanos interesados las sortean juntos.
Bello recuerda con picardía el recorrido del 2019, pues al llegar a Reforma, la procesión se encontró con un auto estacionado a media calle y varios participantes unieron sus fuerzas para levantarlo y aparcarlo para que el contingente pudiera pasar y terminar el recorrido que visita los principales puntos turísticos de la ciudad de Puebla.