*En su extensión de 450 metros de largo y poco menos de 200 metros de ancho, especies de tortugas marinas anidan sin la molestia o bullicio de la zona urbana
Víctor M. Toriz
Veracruz, Ver.- El destello en el horizonte alcanza la costa del bulevar costero de Veracruz y Boca del Río cada 30 segundos, la luz del faro se define sobre las olas y se refleja en la arena a medida que el sol se apaga y se vuelve cada vez más tenue con el naranja de un día nuevo.
Sin embargo, el contraste del verde de los árboles bordeados de arena blanca en medio del mar es siempre el mismo, dejando ver en todo su esplendor a la Isla de Sacrificios.
Desde la playa puede verse un pequeño muelle de madera, formado por tablas y postes que sobresalen del agua de donde eventualmente embarcaciones pequeñas se mueven con el ritmo del mar.
El lugar se encuentra cerrado para cualquier persona y es custodiada por marinos de la Secretaría de Marina, pero eso no impide que a lo largo de 14 kilómetro de línea costera que comparten las ciudades de Veracruz y Boca del Río, puedan ser apreciada con todos sus detalles.
La isla que da una impresión de tierra fértil por su espesa vegetación formada por palmeras, árboles de guayaba y uvas de mar; forma parte de los cayos, bancos de arena, islotes e islas dispersas en todo el Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano.
Su extensión es de 450 metros de largo y poco menos de 200 metros de ancho en donde especies de tortugas marinas anidan sin la molestia o bullicio de la zona urbana, también se sirve como sitio de descanso para aves migratorias.
En la orilla la arena se mezcla con conchas de mar acumuladas con el paso de los años, el agua cristalina que la bordea deja ver los peces, caracoles, cangrejos, estrellas de mar y erizos que se dejan llevar por la corriente.
Este mítico reducto frente a la ciudad de Veracruz, al mismo tiempo ha visto pasar diversos momentos de la historia del país.
El primer registro que se tiene fue realizado en una carta náutica por la expedición comandada por Juan de Grijalva en 1518, un año después se convirtió en uno de los primeros espacios en tierra firme que pisaron los conquistadores españoles hace 500 años.
Antes de la llegada del pequeño ejercito de Hernán Cortés, la isla fue utilizada para efectuar adoraciones y ceremonias por los totonacos, lo que motivó a que los conquistadores dieran el nombre de Isla de Sacrificios cuando encontraron altares prehispánicos.
En el Veracruz del virreinato de la Nueva España, la Isla de Sacrificios sirvió como punto intermedio entre el desembarco de los antiguos galeones que desembarcaban en el puerto que se instaló en la fortaleza de San Juan de Ulúa.
Figurillas prehispánicas, vasos, vasijas y joyería son algunos de los descubrimientos que confirman la importancia del sitio para las antiguas culturas mesoamericanas asentadas en el estado de Veracruz.
En la época moderna, el arqueólogo y fundador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Alfonso Medellín Zenil, dedicó buena parte de sus investigaciones a la Isla que se impone en el horizonte de la ciudad de Veracruz.
Desde entonces, la luz del mismo faro se desplaza todas las noches por el mar azul y la arena dorada de la playa veracruzana, que a la distancia disfruta de la verde Isla Sacrificios como un centinela vigilante.