*Los cazadores de chapulines suelen despertarse en cualquier época del año antes de que amanezca y entonces emprenden la cacería
Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- Los chapulines, aperitivos exquisitos prehispánicos, recorren las calles de Cholula, una ciudad milenaria que los preserva.
Puede ser que los pruebes con sal y limón, sólo con ajo o con un toque de chile habanero como si se tratara de cacahuates o pepitas, o así solos, crujientes en cada mordida que das.
Algunos que los prueban, cierran los ojos, para olvidar la imagen de un grillo verde que salta de hoja en hoja o que al tenerlo sobre sus manos aún es posible sentir las patas dobladas del insecto que ha sido cocido.
Para llevarlos hasta su paladar, los cazadores de chapulines suelen despertarse en cualquier época del año antes de que amanezca, porque si un rayo de luz alumbra el campo, las milpas y la hierba, los chapulines saltan y es imposible atraparlos.
Y así, en medio de la oscuridad inmensa, lanza una red y recolecta todo lo que haya, llega a su casa, los echa en un recipiente, luego los pasa a otro bote con agua y los hierve, y pasan de un verde pasto a un rojo.
Después los enjuagan una y otra vez, los mismos pasos que hacen con el nixtamal para hacer tortillas, para luego tenderlos sobre una mesa y elegirlos.
Cuando caminas la zona arqueológica de Cholula, puedes encontrarte con Pedro que anda todo el día en inmediaciones de las ruinas prehispánicas con dos cubetas en mano, que pesan 15 kilógramos. En ellas hay frambuesas cultivadas en las faldas del volcán y llenas de la botana cholulteca más exquisita, los chapulines.
¡Pruébelo!, ¡mire!, ¡tómelo!, ¡con gusto!
¡Pruébelo!, ¡mire!, ¡tómelo!, ¡con gusto!
¡Pruébelo!, ¡mire!, ¡tómelo!, ¡con gusto!
¡Pruébelo!, ¡mire!, ¡tómelo!, ¡con gusto!
Pedro vende los chapulines que él mismo caza desde hace más de 30 años, cuando su abuela dejó de hacerlo. Y agrega algo más, cacahuates y frambuesas que ofrece a los turistas antes de que entren a la zona arqueológica o cuando salen de ella.
Para darle diversidad a la botana que comían los antepasados, también opta por echarle ajo o llevarlos de manera natural o bañados de chile habanero.
Las personas que ven a Pedro no pueden irse sin al menos probar los chapulines, hay quienes sólo se toman una fotografía para subirlas a redes sociales con la promesa de comprarle de regreso o los que son más intrépidos y se llevan una bolsa con sus favoritos.
Pedro es una persona reservada cuando no se habla de chapulines, de los cuales presume que sólo se venden en Cholula y Oaxaca, pero que es la entidad vecina la que viene a comprarlos acá para llevarlos a vender allá a los miles de extranjeros que los visitan.
Dice que hay personas que los consideran benditos y hasta curativos, por sus propiedades nutritivas y la leyenda que pesa sobre ellos en la zona.
“Hace 30 años que el gobierno mandaba para matar la plaga de chapulines, ahora no, todos nos dedicamos a juntar, porque es algo nutritivo y curativo”, agrega.
Pedro le ofreció a una señora enferma chapulines y ella le dijo que eran milagrosos, porque los comió y los curo, y él prefiere creer en esa anécdota, porque replica la leyenda que los guías turísticos repiten, que un día, cuando no haya nada qué comer en el mundo, en Cholula no morirán de hambre, porque comerán los chapulines.