*Rafa da el silbatazo inicial y se olvida de todo; en su mente no hay otra cosa más que encaminar el juego a buen puerto
Antonio Zamora
Puebla, Pue.-La pasión por el arbitraje se hereda y así le pasó a Rafael, quien desde los 15 años quiso ser silbante y tras más de diez años como uniformado ha probado todos los rubros de la noble profesión: debutar en el profesionalismo hasta poner en riesgo su integridad física en los llanos.
Es domingo y a Rafa le esperan tres juegos que arbitrar, primero en la cancha de los Cardenales de Tepeaca, después en Acatzingo y luego tendrá que hacer un viaje de casi hora y media para llegar a Santa Ana Chiautempan, en Tlaxcala.
Su gran amor por impartir justicia en los partidos de futbol lo hacen dividir su fin de semana entre las diferentes canchas de Puebla, su interior, e incluso en Tlaxcala, porque “es lo que nos gusta”, dice.
Y cómo es que a alguien le puede gustar ser árbitro, ese único hombre dentro del terreno de juego que no tiene afición, al que nadie apoya y es criticado por toda decisión que tome. La respuesta es fácil, a Rafa le enseño su papá y su tío a ser el juez dentro de la cancha.
“Yo soy árbitro desde hace diez años, empecé a los 15 gracias a que mi papá y mi tío son árbitros de futbol amateur, y un día mi tío me invitó a participar en el torneo de la amistad que él organizaba, y ahí fue mi debut, eso fue lo que me metió la espinita para convertirme en árbitro”.
Rafa está por salir de su casa para empezar su traslado por los tres municipios que visitará para arbitrar, recibe la bendición de su esposa, sus hijos lo despiden con un beso y emprende el viaje en el que se topará con reclamos o hasta insultos, pero él lo va a disfrutar.
“Lo que más me gusta de ser árbitro es la adrenalina que hay en el juego, pero también el tener la posibilidad de enseñar las reglas de juego a los jugadores, el ser el responsable en la cancha, eso me llena”.
Las cualidades que tiene dentro de la cancha y el buen criterio al momento de tomar las decisiones le han permitido ser tomado en cuenta por la Comisión de Arbitraje de la Federación Mexicana de Futbol para pitar algunos partidos en la Tercera División Profesional.
Pero también se ha inmiscuido en la ‘talacha’, como también se le conoce al futbol amateur donde jugadores y árbitros son contratados para hacer sentir a diferentes ligas del llano o del barrio a estar cerca del profesionalismo.
Ahora todo es felicidad, pero en el 2020 no la pasó bien porque el arbitraje se ha convertido en su principal forma de ingreso para mantener a su familia que integran su esposa y sus dos hijos, y ante la suspensión de los partidos por la pandemia, tuvo pérdidas de más de tres mil pesos semanales.
“Repercutió mucho, la familia depende de uno, y las pérdidas fueron muchas porque, por ejemplo: pitando entre semana y fines de semana, vienes ganando unos 3,400 pesos a la semana, lo que significa una pérdida al mes de 13,600 pesos”.
Rafa llegó a su primer destino del día, saluda con su sana distancia a los organizadores de la Liga, se cambia, revisa las condiciones de la cancha, las redes de la portería y evita tener contacto visual con los aficionados para que no haya algún roce que se pueda agudizar en el encuentro.
Aunque todavía no tiene el ritmo de partidos de antes de la pandemia, en donde pitaba casi cien juegos al mes, la recuperación ya es notoria porque cada vez tiene más chamba y eso lo agradece él y su familia.
Rafa da el silbatazo inicial y se olvida de todo, En su mente no hay otra cosa más que encaminar el juego a buen puerto, que las reglas se respeten, que los jugadores lo respeten y también dosificar el esfuerzo, porque aún le quedan otros dos partidos para impartir justicia.