*El monumento que data de principios del siglo XX es epicentro de la cotidianeidad y parte de la identidad colectiva
Jaime Carrera
Puebla, Pue.- La vida transcurre con normalidad al sur de la ciudad y el ajetreo urbano característico de Puebla devora constantemente la fragilidad de las cosas y la peculiar existencia de elementos que, por momentos, suelen ser comunes, pero de a ratos, sorprendentes.
De eso saben los colonos de San José Mayorazgo, quienes no tienen que trasladarse a la zona histórica de la capital poblana para admirar un monumento que ha acompañado a los vecinos más antiguos de esa demarcación delimitada por la prolongación de la 11 Sur y Avenida Nacional.
El tiempo ha pasado, pero hay una estructura, vestigios de un acueducto, que erigido con sus imponentes arcos ha sido testigo de la transformación de Mayorazgo, de sus alrededores y de la ciudad en general. Es tan identitario que conservarlo ha sido una ardua labor vecinal.
Hoy todo es color, siempre lo ha sido, pero las colgantes bugambilias terminan por adornar el anaranjado acueducto que lo mismo reúne al peatón y al ciclista, así como al automovilista que se ha adaptado a la convivencia urbana y la consciencia vial para transitar en esa zona.
Después de años olvidado, pero protegido por los vecinos, el acueducto es hoy el epicentro de la cotidianeidad de la vida de las personas que hacen comunidad: que aunque raro, se conocen, se saludan, cuando salen a correr o a pasear a sus mascotas y se identifican unos con otros.
Ladrillo a ladrillo, curva tras curva, y metro a metro, los arcos de Mayorazgo son un emblema: los vecinos adultos de esa colonia y de las aledañas, recuerdan su infancia en el acueducto: salir a jugar, a convivir, para establecer conexiones que difícilmente hoy se logran entre colonos.
Identidad colectiva, así es como se perciben a los arcos en donde niños, niñas, mujeres y hombres forman parte de un entorno público, pero además comunitario: de ocio, esparcimiento, diversión, deporte y hasta de integración vecinal al unirse para conservar el lugar en óptimas condiciones.
La urbanización a esa zona despegó allá por los años setentas y desde entonces no tuvo freno. Aun en medio de la pavimentación, el adiós a los campos de cultivo y la constante edificación de viviendas y negocios, los arcos, resistentes, siguieron allí, desde su construcción allá por 1930.
La armoniosa atmósfera se observa a lo largo de la 73 Poniente en Mayorazgo, y gracias a especialistas en urbanismo, pero sobre todo a la voluntad de la gente, es que se consiguió hacer más accesible el corredor que acompaña al acueducto que data de principios del siglo XX.
Hechos históricos en sus alrededores hay de sobra: desde la llegada de gente proveniente de Chipilo para establecer sus ranchos y que originó la construcción del acueducto, hasta la misma inauguración por autoridades y empresarios del hoy Fraccionamiento de San José Mayorazgo.
A poco menos de una década de que el famoso acueducto cumpla 100 años de existencia, hoy la vida transcurre con normalidad frente a esos viejos ladrillos, con vecinos cada vez más unidos y seguros de que la identidad de su colonia se debe, en gran medida, a esa estructura.
Sin importar la hora, hoy es normal ver a los abuelitos disfrutando de los carriles centrales de la vialidad, a jóvenes avanzar con sus perros y a niños jugando, escabulléndose entre arco y arco, disfrutando de lo que un elemento de construcción puede detonar: una comunidad.