Tortas del Tío Memo, tradición setentera

*Donde los poblanos tropiezan con la ciclovía, están las Tortas del Tío Memo, con hasta 40 opciones

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Un comensal puede decidir entre el tocino, la chuleta ahumada a la barbecue, cochinita pibil, ternera, pero también puede decantarse por la torta de chilaquil.

Y si eso no es suficiente, decidir con huevo estrellado, pechuga asada, carne asada o milanesa, salchicha o cualquier sabor que una torta de agua pueda acompañar.

Entrar a las Tortas de Tío Memo es degustar, desde el sentido del olfato, los ingredientes que serán vertidos en el pan que se encuentra apilado detrás de la vitrina.

En la esquina de la 13 Poniente y 7 Sur, ahí donde los poblanos tropiezan con la ciclovía, están las Tortas del Tío Memo, con hasta 40 opciones para que el paladar pruebe.

Corría 1946, al frente de la estación de los ferrocarriles mexicanos, entre la 16 Oriente y 11 Sur, llegaron Felipe Guillermo León Soto (Tío Memo) y Amalia Sánchez.

La pareja era originaria de Oaxaca, radicaba en Ciudad de México. Guillermo era químico, pero su laboratorio se quemó, así sin nada, con las manos vacías, decidió poner un negocio y surgió la idea de vender tortas, relata su bisnieto, Carlos Alfaro Méndez.

El éxito fue tal que llegaban a vender hasta 3 mil tortas en un día, tres carnicerías apenas si se daban a basto para surtirlos de la carne para preparar la torta de agua elaborada en horno de piedra, ingrediente que han conservado para hacer única su receta.

¿Otro secreto? Un ingrediente que agregaron a la dieta poblana -a decir de su bisnieto- el queso oaxaca o conocido como quesillo.  También traían de su entidad de origen el chorizo, otro ingrediente que hacia única sus tortas.

Así su menú se conformaba sólo por ocho sabores, entre estos milanesa de res, bacalao y salchicha, los cuales eran los preferidos de sus clientes.

Con el tiempo, llevó a la familia a dejar el negocio y recuperar su nombre en otra dirección, primero en el barrio de San Francisco, hace 20 años, cuando Carlos decide instalar la tortería en la sala de la casa de su papá.

“A mí me gusta el comercio y el negocio y a varios de mi familia y hay mucha gente que no le gusta estar encerrado. Soy el que mantiene la tradición, para que sobreviva el tío Memo en esta época”, dice.

Carlos asegura que uno de los secretos para mantener el negocio en medio de una crisis, en la que los comercios pequeños y tradicionales del Centro Histórico no han sobrevivido, es la de innovar, por eso probar con nuevos sabores para sus comensales.

De hecho, asegura que fue quien experimentó con ofrecer la torta de agua con chile en nogada, receta que replicaron otros.
“Tienes que estar a la vanguardia y a la altura de lo que son los nuevos negocios y si no te comen, porque ya ves cómo está la situación por todos lados”, agrega.

La odisea es tal que consigue las tortas con el mismo proveedor que sus bisabuelos, ya que considera que los otros locales optan por utilizar teleras y ya no las tortas de agua, caracterizadas por su origen poblano.

 

 

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