* Los relatos, entre la realidad y la fantasía con brochazos de mitos o leyendas resultan interesantes para los foráneos y para los locales en leyendas de Ovnis
Jaime Carrera
Atlixco, Pue.- En lo alto de un cerro con la vista privilegiada de un imponente volcán, acompañado de un verde paisaje que desconecta de la realidad citadina a quien allí se detiene, hay pedazos de hojalata que en conjunto parecen tener una función: ser un portal a lo insólito.
Según la hora en que se visite el icónico lugar de la exploración de lo desconocido en la zona centro de la entidad poblana, es menor o mayor la sensación de que alguien –o algo– te observa. En el singular sitio los músculos se contraen y la piel se eriza cada que sopla el viento.
En el cerro de la Casita Blanca todo puede ocurrir, inclusive, lo más inverosímil. Lo extraordinario se hace presente y los curiosos, aun con el paso de los años, no dejan de visitar el punto del avistamiento Ovni, en donde la tradición oral reproduce todo tipo de anécdotas.
Los relatos, entre la realidad y la fantasía con brochazos de mitos o leyendas resultan interesantes para los foráneos, pero para los locales no siempre lo han sido, algunos todavía le temen a esos “juegos de luces” que –dicen– surcan cada medianoche el estrellado cielo.
Para otros más, las historias no son más que cuentos y retan a los extraterrestres a que habiten la escultura de la forma de un Objeto Volador No Identificado a un costado de la “Pista del Ovni”, en la carretera que une a Metepec y San Baltazar Atlimeyaya en el Valle de Atlixco.
Las experiencias son variadas. Las hay llenas de adorno y detalles: como la de una noche en la que todo se hizo silencio y un grupo de amigos, sin motivo alguno, se inmutaron. El llanto se adueñó de unos y los recuerdos se borraron en otros, en medio de aterrorizantes sonidos.
Del municipio de Atlixco se dicen infinidad de cosas. Es la prodigiosa tierra del mejor clima del mundo donde se adula por igual a su gastronomía, a su colorida arquitectura o a la fertilidad de su valle con abundantes colores y texturas de infinidad de llamativas flores y plantas.
Pero allí, a unos 50 kilómetros y aproximadamente una hora de la capital poblana, también se halaga a lo paranormal. Los rumores apuntan a que la zona de Metepec y Atlimeyaya, en los linderos de Atlixco y Tianguismanalco, es un lugar enigmático, muy poderoso y perturbador.
El peculiar platillo volador es también conocido como el monumento al OVNI. La figura de aluminio la consolidó el escultor chileno, Ricardo Vivar, especializado en crear obras con desechos industriales, quien recreó una nave espacial a orillas del pueblo de Metepec.
La gente asegura que en la zona –sobre todo durante los 90s– se han avistado objetos que vuelan. Los reportes de luces extrañas que iban o venían del Popocatépetl hicieron famoso al sitio que lo llevó a ser un punto de reunión de ufólogos, periodistas y muchos turistas.
Lo que comenzó como la solicitud de un viejo tanque de agua por parte del Ayuntamiento de Atlixco a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en el 2001, para la edificación de la escultura, hoy para la cultura popular de Atlixco representa una amalgama de misterios sin explicación.
Aunque para algunos pobladores que dicen esperar el Atlixco del futuro, los extraterrestres –cuando decidan volver– serán bien recibidos, allí en la punta del cerro, en el monumento a la nave extraterrestre, en donde dicen, quizá, les enseñen la verdadera puerta del portal de lo desconocido.