Un gallo, regalo francés

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Tic, tac, tic, tac, el bullicio de la ciudad se encapsula, entre el claxon de los automóviles y las conversaciones de las personas que esperan en esta esquina.  Un gallo verde, con el pecho hinchado, como si cantara mira al norte de la capital poblana, se sostiene con las patas sobre la cúpula de un reloj colocado hace más de 100 años, conmemorando el aniversario 100 de la consumación de la Independencia de México.

Es El Gallito, un monumento ubicado en la Avenida Reforma y la 11 Norte de la capital del estado, en el ala norte del Paseo Bravo, un regalo de la comunidad francesa que se ha consolidado como un punto de reunión para amigos, parejas y vendedores y compradores. Un lugar concurrido, más, los fines de semana.

Los ángulos del reloj indican los puntos cardinales de la ciudad, aquella que ha sido dividida perfectamente en cuadrantes iguales y el gallo como un símbolo francés.

El estilo arquitectónico elegido fue el Art Nouveau, que era muy utilizado en esa época al haber surgido en Europa, cuyos creadores se inspiraban en flores, conchas, ramas, nubes y mariposas para crear una estética única.

La comunidad francesa se había asentado en la capital del estado al ser parte de la ruta comercial más importante de México. Había dos compañías importantes del país galo, una dedicada a las importaciones y otra a las armas.

Y en los comercios pequeños, los franceses solían dedicarse a ser comerciantes de novedades, bonetería, en servicios de hotelería y sobre todo en la agricultura de exportación, la fabricación de harinas y en las plantaciones de café.

También eran un eslabón comercial en el sector textil poblano, de acuerdo con Los franceses en México 1890-1910 del investigador Humberto Morales Moreno, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Los franceses comenzaron a participar en la vida económica y social de la capital del estado durante el Porfiriato, sin embargo, eran muy cerrados y evitaban los casamientos con mexicanas, a menos que la novia fuera rica.

En 1910, de 3 mil 976 galeses que radicaban en el país, 184 vivían en la ciudad de Puebla. De hecho, mandaban a sus hijos de pequeños a su país para que se “educaran” allá y después regresaran a la capital del estado.

La comunidad francesa era minoritaria en comparación con la española y las costumbres eran igual de abismales en una ciudad desde entonces considerada tradicionalista: los matrimonios de los franceses consideraban la separación de bienes, como un acuerdo prematrimonial, cuando en Puebla era mal visto que una pareja se divorciara.

Si morían en México y no podían regresar a su país, pedían ser sepultados en el Panteón Francés, ubicado en la 11 Sur y 43 Poniente.

 

 

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