El guion del Teatro Principal

Jaime Carrera

Puebla, Pue. En un rincón poblano se apagan las luces, se levanta el telón y comienza la función, pero más allá de la trama de la obra que se actúa, narra e interpreta, es en el propio recinto donde se desarrolla la historia central del día.

El protagonista es el majestuoso teatro que después de más de dos siglos y medio se mantiene como el más antiguo en funciones de todo el continente americano.

Hoy el Teatro Principal, el imponente inmueble cultural que se mantiene de pie a pesar de todo hecho que sacudió a Puebla, podría representar el punto medio de la historia de esta ciudad: si se parte de la fecha de su inauguración, hoy hay pasado casi 259 años y previo a su inicio de operaciones transcurrieron otros 230 años después de la fundación de esta celestial ciudad.

La concepción del teatro no es como ahora, sin embargo se mantienen vigentes características como la separación de los espectadores por zonas –ahora aún más delimitadas por distintos precios– y en lo que se observa como Teatro Principal, antes ser un inmueble, los espectáculos eran vistos a ras de patio o en los balcones de vecindades en un afamado formato: “corral de comedias”.

Las suntuosas butacas y sus destellantes interiores, fueron sustituidas allá por 1700 por vigas, tablillas y una que otra silla llevada por el propio espectador en ese “corral” que primero tuvo lugar en los pasillos y espacios conexos a los conjuntos habitacionales: antecedentes profanos del teatro que pasaron de la corraliza al “Coliseo” una vez ya administrados por las autoridades locales.

Todavía hasta antes de marzo de 2020 –previo a la pandemia de Covid-19–, las obras de fines de semana en el Teatro Principal solían reunir a gente de todas las edades, en sus asientos se repartían por igual mujeres, hombres y niños. Antes no, la distribución de los asistentes era por sexo, pertenencia social, en general, la condición jerárquica del espectador en la Puebla española.

En su historia hay muchos paréntesis, los más conflictivos: los andares de una Independencia y una Revolución de una nación, pero también un incendio en 1902 y la infinidad de terremotos que han vivido los poblanos y que le han valido diversas intervenciones que no han puesto en riesgo su relevancia cultural y arquitectónica concluida por expertos y diversas autoridades municipales.

De hecho, durante la Guerra de Independencia, el público dejó de frecuentar el teatro y sus administradores decidieron cerrarlo durante dos años, de 1812 a 1814, al considerar que permitir y presentar comedias en el recinto representaba una ofensa en medio de la coyuntura política y social de la época que se vivía en las calles de lo que actualmente es México como nación.

El inmueble que data del siglo XVIII ha albergado eventos de todo tipo: obras, ópera, danza, conciertos, festivales, conferencias, asambleas e informes de gobierno. Uno de sus más renombrados asistentes: el presidente Lázaro Cárdenas quien en 1937 tras una restauración del teatro, acompañó al gobernador poblano Maximino Ávila Camacho para la reinauguración.

En lo que hoy es la 8 oriente esquina con 6 norte a escasas calles del corazón de Puebla, acaba un espectáculo, se encienden las luces, la gente ovaciona a los presentes: actores, comediantes, bailarines y músicos, lo que hay allí es encanto y no sólo por la puesta en escena, sino porque sus espectadores fueron testigos de la peculiar magia del espacio teatral más antiguo de América.

 

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