Jaime Carrera
Puebla, Pue.- En una intensa y extensa danza etérea se consuma la transmisión y propagación del sonido a través de un instrumento. Ya sea de manera artesanal o con procesos más tecnificados, la laudería es todo un reto, rebelde y con un futuro porvenir.
Los creadores: iniciadores de la magia de la música son un tanto más reservados que los músicos, permanecen ocultos y laboran en espacios tan íntimos que permiten la concepción de objetos tan poderosos y únicos como el violín, viola, violonchelo, contrabajo y octabajo.
El laudero es paciente y aferrado, entabla una relación con la madera difícil de explicar, pero que hace parecer a esa materia prima como la más moldeable con una manera tan suave de manipulación sin importar si los trozos son blandos o duros.
Desde el arce y el fresno hasta la caoba y el ébano, su manejo no es para nada sencillo, la madera, dicen, se puede chiquear y qué hacer ante eso: respirar y tener claridad para hallar un sonido irrepetible que se acople al músico y dé pauta a una especie de complicidad intangible.
Cada laudero es actor de la historia natural de las cosas que comienza con un árbol desde las verdes selvas o los inmensos bosques, que se convertirá en madera y tras extenuantes jornadas de trabajo, incluso, más de 400 horas, terminará por expresarse a través del sonido.
Ruy Guerrero sabe de eso y de mucho más. Es uno de los tantos protagonistas misteriosos aferrados a la música. Desde su taller, un acogedor espacio al sur de la capital poblana, trabaja acompañado de cuerdas, herramientas y madera. Mucha madera.
“Una de las palabras clave es paciencia, no sirven las prisas, por eso la laudería a pesar del mundo moderno sigue siendo vigente y hasta revolucionaria, porque apuesta a la tranquilidad. La madera no escatima para crecer de manera perfecta, y el laudero tiene que aprender a hacer lo mismo”, agregó.
Cobijado por moldes e instrumentos y entre lijas y cepillos, el laudero y Jefe del taller PAXCHÈ en Puebla, destaca que la laudería tiene muchos retos: la consolidación del crecimiento del acervo y la memoria a raíz de eventos como el Encuentro Música, Madera y Laudería (EMML).
“Se trata de Ir desarrollando una red de lauderos, cada vez es más sencillo para que el festival entre en contacto con más lauderos de todo el país, el oficio va creciendo en calidad y se ha logrado expandir el alcance del público objetivo”, destaca el chilango que eligió a Puebla para asentarse.
A su alrededor, en su taller de laudería se inunda de aserrín y viruta, todos los días y a cada momento hay trozos pequeños de madera y otros que parecen inmensos si se piensa en la forma que tomará el instrumento final, todo parte del impecable proceso de la laudería.
Siempre, a lo largo de la historia mundial ha habido gente especializada en construir ajustar o reparar instrumentos musicales. El constructor de instrumentos tiene un nombre propio: luthier, que proviene de la palabra francesa luth, a su vez procedente del árabe al-`ūd (‘laúd’).
Y Ruy es uno de esos especialistas que llegó al oficio de la mano de un género musical y lo llevó a prepararse académica y profesionalmente en el arte del moldeo de la madera: “siempre tuve esta pasión por hacer instrumentos y en algún momento de la vida elegí la laudería.
“En muchas actividades se llega de pronto y uno decide si te gusta o no, y si decides dedicarte más a ello, en mi caso fue derivado del son jarocho, pero por la carencia de un instrumento de calidad, tomé un curso”. Y allí, comenzó todo.