Oscar Sánchez
Ciudad Serdán, Pue. – Desde cualquier punto de Chalchicomula de Sesma dos enormes e imponentes montañas se aprecian en toda su magnificencia: el Pico de Orizaba o Citlaltépetl y el Alitzin o Sierra Negra, ambos volcanes.
Ciudad Serdán es la cabecera de un pequeño municipio que durante décadas se ganó a pulso ser considerado el vigía de la montaña más alta de México.
Ya sea desde el pintoresco Parque Central o desde su decorada iglesia de Jesús de las tres Caídas (edificada en 1782), los cinco mil 747 metros de altura del Pico de Orizaba o Cerro de las estrellas, se aprecian en su totalidad.
Desde aquí, surgen los caminos y veredas para los refugios en la montaña, desde aquí salen aquellos que gustan de practicar el alpinismo, excursionismo, campismo y recorridos en bicicleta. Es la puerta de las rutas de senderismo y escalada hacia el Pico de Orizaba.
No es gratuito que una estatua de tres metros de altura y un peso de una tonelada en honor a los “Alpinistas” haya sido colocada en el acceso principal del municipio poblano.
Un monumento que pretende ser el Símbolo de todos los hombres y mujeres alpinistas en México y una forma de rendir tributo a aquellos que han conquistado la montaña.
En las partes bajas de la cordillera, la iglesia destaca por su impresionante fachada, que – según los estudiosos-, presenta una portada con dos cuerpos y remate semicircular a modo de frontón.
Pero en las alturas el volcán Sierra Negra presume su joya, el Gran Telescopio Milimétrico, donde se exploran los procesos físicos que controlan la formación y evolución de sistemas planetarios, estrellas, hoyos negros y galaxias a través de los 13.7 mil millones de años de historia del Universo.
Los nahuas bautizaron al lugar: “chalchihuitl”, jade; “comul”, pozo; y “la”, partícula abundancia, es decir “Pozo donde abundan las Piedras Verdes o Chalchihuites”.
Las descripciones oficiales aseguran que hay mil leyendas de cuando Quetzalcóatl vivió en estas tierras y jugaba a deslizarse por el cerro del Resbaladero. Y que durante la colonia, el pequeño poblado creció hasta convertirse en ciudad, una ciudad envuelta en lo mejor de la naturaleza.
Aunque en realidad es el vigía del techo de México, donde según cuenta la leyenda de Quetzalcóatl, el dios azteca, los hombres encuentran su propia verdad, su destino, el conocimiento, la paz y el descanso para su cuerpo y su espíritu.