Laguna de Alchichica, un alma vieja

Édgar Ávila Pérez

Puebla, Pue.- En aquellos días cuando los rayos del sol se encuentran libres, sin resistencia mayor de nubes blancas o grisáceas, un espejo de agua en un cráter se hace notar.

A orilla de una antigua carretera, por donde los abuelos y los padres viajaban al centro del país o a las playas del Golfo de México, depende del punto de salida, una laguna de un color azul profundo se mimetiza con un cielo claro.

Las aguas saladas de la llamada Laguna de Alchichica, reflejan como un espejo natural un cielo descapotado, un cielo que cubre llanuras y que se pierde en montañas.

Son casi dos kilómetros de extensión, de una extensión de la natulareza que parece la joya de la creación. Un lugar que pertenece a Puebla, pero que siempre pelean los veracruzanos por su cercanía con el límite entre ambas entidades.

En los libros y en las páginas web especializadas, se le describe como un lago monomíctico, un lago que sufre una mezcla desde finales de diciembre hasta principios de marzo (durante la estación fría y seca) y uno estratificado durante el resto del año desde finales marzo a principios de diciembre (durante la estación cálida y lluviosa).

La descripción científica se queda muy corta en su magnificencia, con sus aguas calmas y sus estructuras de piedra que sobresalen en distintas áreas, aunque en realidad se trata de estructuras carbonatadas o tufas, similares a los arrecifes coralinos.

Esas protuberancias esponjosas y -según su nombre científico- tromboliticas ricas en hidromagnesita, huntita y calcita, datan de dos mil 800 años de antigüedad, una eternidad en el suspiro que significa la vida de esos conductores de vehículos que se resisten a las modernas y lineales autopistas.

La Laguna de Alchichica no sólo es un cuerpo de agua en un cráter moldeado por el tiempo y la mano de la naturaleza, es un lugar que forma parte de una ruta para almas viejas.

Esa antigua ruta que une a Veracruz con Puebla es un deleite para los sentidos, con un bosque en el Valle de Perote, en la zona alta de Veracruz; con sus sidras y quesos de un pequeño pueblo llamado Las Vigas, pasando por viejas haciendas de una comunidad conocida como Totalco.

Una ruta que atraviesa un pueblo de labradores de piedra volcánica, llamado San Salvador El Seco, con unas pailas donde se cocinan carnitas estilo Michoacán.

Con extensas tierras repletas por nopales y millones de tunas rojas amarillas y verdes que se exportan a todo el mundo; con árboles y ramas con el fruto prohibido en sus extensiones, manzanas que se exhiben maliciosas en puestos de madera a orilla de carretera. Y, por supuesto, un volcán, el Pico de Orizaba, que acompaña la rúa.

La Laguna de Alchichica remite a eso y más, remite a viajes con el padre y con los abuelos, remite a vacaciones de verano rumbo a la playa o a vacaciones rumbo a la ciudad virreinal de Puebla.

Remite a un tiempo que se fue, un tiempo en que los viajes por carretera eran parte de la felicidad.

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