Parque Izta-Popo: un viaje con volcanes

Mario Galeana

Puebla, Pue.- El viento barre con fuerza sobre Paso de Cortés y roza la piel como si se tratase de un cuchillo sin filo. En el punto más alto del sendero, dos colosos se erigen a las orillas como amantes de viejas batallas: hacia el norte, el Iztaccíhuatl, y hacia el sur, el Popocatépetl, que despliega desde su punta hacia abajo la prístina blancura de la nieve.

Paso de Cortés es justamente el sendero que atraviesa el Parque Nacional Izta-Popo, un área nacional protegida de cerca de 40 mil hectáreas que se ubica en las zonas limítrofes de Puebla, Estado de México y Morelos.

Para llegar desde Puebla hay que seguir la ruta que en diciembre toman miles de peregrinos en su paso hacia la Basílica de Guadalupe. El camino inicia en Cholula y cruza los municipios de Nealtican, San Nicolás de los Ranchos y Santiago Xalitzintla, en un recorrido de 53 kilómetros que suele ser utilizado por ciclistas profesionales para entrenar.

El camino es estrecho y a los costados se tienden campos de maíz y parajes sobre los que amontonan los restos de la cosecha. Cuando se pasa Xalitzintla, un pueblo conocido por rendir tributo al Popocatépetl cada año, el camino se vuelve sinuoso, la vegetación se llena de pinos y pastizales, y el piso se deshace para convertirse sólo en la arena negra del volcán.

En todo el Parque Nacional Izta-Popo se han registrado 471 especies de flora, fauna y hongos. Hay seis rutas de senderismo, pero la más conocida es el Sendero Alpino: un recorrido de siete kilómetros en los que abundan las cascadas y que desemboca hasta un mirador que suele ser el punto de partida para los alpinistas que ascienden al Iztaccíhuatl.

Entre las montañas de esta área hay 163 especies de aves y 50 especies de mamíferos, entre los cuales destaca el conejo zacatuche o teporingo, que se encuentra en peligro de extinción. Por los pastizales suele haber también cacomiztles, tlacuaches, comadrejas, tejones, conejos, ardillas, linces y coatís.

En su punto más alto, a 3 mil 600 metros de altura sobre el nivel del mar, Paso de Cortés se convierte en una meseta coronada por un refugio para alpinistas. El aire entra nítido a través de los pulmones y la vista hacia los volcanes suele ser aliciente para los ciclistas, los viajeros y los peregrinos.

Esta vía recibe el nombre de Paso de Cortés porque hace medio milenio fue utilizado por Hernán Cortés y su tropa para conquistar Tenochtitlán. En octubre de 1519, Cortés pasó por Cholula y cometió una matanza que aún es recordada en los anales de la historia.

En su travesía hacia Tenochtitlán decidió cruzar por el camino más corto, aunque quizá el más difícil: la ruta que dividía los volcanes. Al llegar hasta la punta, Cortés observó a sus pies el esplendoroso Valle de México. Y así inició el fin de la conquista.

El paso de los años ha borrado cualquier marca de los conquistadores. Hoy, en ese mismo punto, sólo suelen haber alpinistas reposando, niños que vuelan cometas mientras sus padres los fotografían y, en diciembre, miles de peregrinos curándose las ampollas.

 

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